Pasaia. La elegancia de su escritura empapa la conversación con Harkaitz Cano (Lasarte, 1975). Paseamos por el mismo entorno donde ubicó su segunda novela:Pasaia. Aunque la escribió en una estancia en Nueva York, visitó el lugar del crimen para ambientarse. “En estos trece años, esto ha cambiado mucho”, recuerda.
¿Cómo se enfrenta a la novela trece años después de publicarla en euskera?
Siempre hay una sensación de extrañamiento cuando afrontas un trabajo de hace tiempo. En este caso la traducción la hemos hecho a medias. La empezó Mikel Iturria y la hemos terminado entre los dos. Ha sido interesante porque ha habido un trabajo a cuatro manos y hemos contrastado cada palabra y cada expresión. Pero toda autotraducción tiene algo de autopsia en vivo. El peligro no es que entres en crisis con la traducción, sino con el original.
¿El autor tiene licencia para cambiar parte del original?
Al fin y al cabo, cada traducción es una especie de versión en vivo de un disco que ya existe en estudio. Suena igual pero no es lo mismo. Lo que no puedes hacer es quitar una trama o un personaje. Pero la obra no está terminada hasta que me muera. Un libro es solo un estado de la obra.
La traducción ha salido cuando su última novela, ‘Twist’, está siendo un éxito de lectores y de premios y justo seis meses después del anuncio del fin de ETA.
Ha sido un curioso paralelismo. No estaba pensado así. Pasaia Blues es una novela de género, bordea la serie B y no se respetan del todo las leyes del realismo. Esas libertades me las tomé porque estábamos en una época especial, cuando había una tregua entre 1998 y 1999, y eso sí me permitía ficcionalizar el conflicto de una forma muy literaria. Me importan más las leyes cinematográficas o de convenciones de género que el realismo. Para mi sorpresa, al revisar Pasaia Blues, aunque la forma de enfocar el asunto es totalmente diferente, veo que mis obsesiones y algunas historias son prácticamente las mismas en Twist. Lo cual es un poco desolador porque te das cuenta de que no evolucionas.
La estructura de la obra es muy fragmentada, incluso cuesta seguirla.
Creo que fue Chandler quien dijo que hay que conseguir que el lector en un momento dado se pierda. Me gusta ese tipo de novela policiaca en la que hay ese momento de fárrago, de lío, de no saber adónde vienen o adónde van los personajes.
Ha convertido Pasaia en una ciudad de depravación, con peleas de perros clandestinas incluidas. ¿Lo que se gana en proximidad escribiendo sobre un sitio cercano se pierde en glamour?
Siempre me ha costado muchísimo ubicar las historias en Donostia. Me resultaba una ciudad difícil de trasladar a la literatura sin aburrimiento, por ser una ciudad tan aburguesada, donde parece que nunca pasa nada. El artificio de Pasaia Blues es que voy a los extremos.De tal forma que parece una ciudad americana: boxeo, lumpen, peleas clandestinas de perros. Pero, dicho esto quiero decir que los ladrones de chatarra, los boxeadores en la discoteca Young Play y las peleas de perros se dieron en Pasaia en los 90. Y además conectado con el conflicto vasco, que eso es totalmente licencia literaria.
El núcleo central de protagonistas es un comando de ETA. ¿Fue fácil humanizarles, darles voz, caras, nombres, aficiones?
No es lo que más difícil me resultó. Lo complicado era tomar la decisión de hacer ficción o documentación. Y en este caso no me importaba tanto el día a día de un comando o su funcionamiento. No me ocupé de investigar eso.Mi forma de abordar el tema era la forma de género. Y teniendo clara esa premisa solo tenía que ponerme en su pellejo y en un ambiente muy claustrofóbico, y eso no me preocupaba demasiado.
Lo que parece inverosímil es que una militante escuche flamenco.
Esto está puesto a propósito. Es uno de los tópicos y de hecho hay muchísimos militantes a los que les puede gustar el flamenco. Me acuerdo cuando venían amigos de Madrid y les llevaba a algún bar y se extrañaban de que sonasen canciones de rock radical vasco y pachanga y flamenco. Pues claro que sí, no vivimos en compartimentos estancos separados.
Con esta traducción, ¿le parece que esta novela puede salir de las fronteras del País Vasco?
De hecho se publicó en alemán antes que en castellano. Mi duda es cómo se puede ver fuera de aquí, sobre todo Twist, cuya traducción al castellano está en proceso. Cuando se ha escrito sobre ETA siempre se ha tendido a que los miembros de los comandos se describan de forma plana, sin dudas.
El protagonismo de ETA se ha repetido en ‘Pasaia Blues’ y ‘Twist’, y parece que tanto el lector como la crítica coinciden con esa obsesión suya.
No diría que mi obsesión es ETA. El escritor tiene que contar lo que duele. Cada libro tiene un punto en el que tú colocas la aguja del compás y ese es el punto que te duele y partiendo de esta irradiación concibes la historia. Todo lo que hemos vivido con este tema es un punto donde colocar el compás. Eso sí que se repite, pero mi compromiso es literario, lo que escribo es sobre las relaciones humanas, la cara oculta de la luna.
Y que viene condicionado por el lugar donde vive.
Pero el motor primero es literario.
Su primera novela fue ‘Beluna Jazz’, esta es ‘Pasaia Blues’, luego vino ‘Twist’, ¿la próxima tendrá algo que ver con el funky o el rock?
(Ríe) No. De hecho Twist tampoco tiene que ver con la música, pero sí que soy un músico frustrado.Mientras escribía Pasaia Blues escuchaba muchísima música. De hecho la utilizaba como los perros de Pavlov, era un poco conductista y creía en eso. Depende de lo que quería escribir utilizaba un tipo de música u otro. Sí quería escribir un pasaje descriptivo escuchaba jazz si quería algo de muchísima acción escuchaba Smashing Pumpkins.