¿De la 'Plum' gallega queda algo?
Siempre hay un cacho de mi corazón en Galicia. Es mi tercera tierra, aunque hace tiempo que no voy.
¿Y de la francesa?
Otro cacho de corazón (risas).
Hace más de dos décadas que se vino usted a Gasteiz...
La razón fue la ocupación de Otazu. Allí estuvimos un grupo de gente interesado en vivir y ocupar juntos, en trabajar de manera colectiva y eso que cada uno era de su madre y su padre, uno era más luthier, otros éramos más teatreros, había músicos, gente que tenía a la cultura como hobby...
Eran tiempos convulsos, aunque no sé si se pueden comparar a los actuales. Hoy, con la crisis, hay quien apela al 'hazlo tú mismo', a seguir hacia adelante, a... Pero ¿cree, de verdad, que se está haciendo algo de eso?
No, yo creo que no. Ahora es todo mucho más comercial. Si actúas en un bar es por dinero. Si no lo llenas, no actúas y no importa lo que hagas, ya sea bueno o malo. Si no se saca dinero de lo que haces, no vale para nada. O, por lo menos, es la sensación que yo tengo. Antes creíamos más en lo que hacíamos, y el valor no era tanto el dinero sino lo que realizábamos, nuestro arte. Nos daba igual lo demás. Pero hoy triunfas si lo que haces es comercial y se vende. Es mi percepción, claro.
Pero eso es culpa del que hace o del que ve.
Bueno, yo hablaría más de la gente como tú, de las personas de los medios de comunicación. No sé si es una cuestión de tener dinero y poder pagarse la promoción en los media aunque lo que hagas sea una porquería. Así comes la cabeza al público y la gente ya sólo ve las cosas a las que la televisión o los periódicos dan salida. Si no apareces, nadie se entera de lo que haces. A mí un montón de personas me dicen: "está guay lo que haces", pero a la hora de la verdad no te comes nada, sigues igual de pobre (risas). Yo cada vez estoy peor, sin pagar el local, el piso... Está la cosa dura, pero bueno.
¿Y de dónde se sacan las ganas para seguir a pesar de eso?
De la vida. Mientras estamos vivos, hay esperanza. Hay un momento en el que te entra el estrés económico y dices: voy a coger el saxo y me pongo a tocar en la calle para sacar dinero. Y hay días en los que piensas: bueno, tranquilidad, que ya saldrán unos bolos.
¿Cansada de la palabra crisis?
No. En El Campillo doy clases de teatro para gente amateur y hace poco les propuse que escogieran un tema de actualidad para desarrollarlo. El que más me gustó iba sobre la crisis. Nadie puede escapar a ella. Por ejemplo, a finales de este mes hemos quedado todos los teatreros de calle para hablar del tema. Es el momento de compartir más información para poder apoyarnos entre nosotros. Yo soy una artista que hace espectáculos de pequeño formato, con dos o tres actores, porque no tengo más sitio en la furgoneta. Luego hay compañías que son más como empresas medianas y grandes, que tienen más infraestructura. Pero, al final, todos compartimos determinadas situaciones y es bueno que nos juntemos para charlar. Si la crisis nos hace volver a estar juntos para pelear lo que queremos, eso estará bien. No todo es negativo.
Si algo tiene las propuestas de Latirili es mucho humor crítico, con sonrisa pero directo al estómago.
Es que el teatro es eso, es ilusión. Si no dices algo que te mueva las tripas, vaya aburrimiento. Por eso te decía antes que ahora hay mucha cultura superficial, que no llega. La gente va al teatro para decir que van a ver, no acuden para ver realmente. No están interesados especialmente en lo que hay sobre el escenario, sólo en que el resto les vea sentados en sus butacas. "Mira, soy una persona culta". Esa es la sensación que tengo en Vitoria. Antes sí iba mucho al Principal porque había propuestas de espectáculos más arriesgados, grupos que venían de fuera y a los que iba poco público pero que se quedaba flipado con el montaje. Decías: "qué cosa más extraña y creativa; yo quiero hacer esto". Me interesa que el teatro me mueva las tripas, que tenga chispa, da igual si entre la gente hay cuatro. Pero ahora... El último Festival Internacional de Teatro de Vitoria ha sido un poco lo de siempre, no encuentras nada que no conozcas previamente, que te sorprenda.
¿Y después de 25 años sobre las tablas, 'Plum' se ve capaz de hacer algo que todavía sorprenda?
Cada vez más. Sigue viniendo poca gente, eso sí, pero los pocos que acuden se quedan flipados. Últimamente voy mezclando el teatro con el rock and roll, me están llamando diferentes grupos para tocar el saxo porque, al parecer, sueno diferente. La verdad es que nunca he querido parecerme a nadie y creo que para un artista es lo que le da valor, hacer algo que ninguna otra persona ofrece. Lo que me satisface es pensar que creo en lo que hago. Podría dedicarme a otras profesiones, pero con todo lo que sé de creatividad y lo que he hecho hasta ahora, me da pena dejarlo. ¿Ahora, después de 25 años, me voy a rendir? Al diablo el dinero, y eso que a veces me forro en cuanto me salen unos cuantos bolos seguidos. Pero también me lo gasto enseguida (risas). Es que el dinero está para gastarlo, no para meterlo en los bancos, que son los causantes de la crisis.
¿Teatro y música, en esencia, son lo mismo?
Intento que sí, aunque con el teatro me siento más profesional que con la música. Además, en el primero puedo tener, por ejemplo, espectadores de 4 o 5 cinco años y, en el segundo, unos más mayorcitos. Con los pequeños no puedes subir el tono, pero cuando estoy con Toxikas... Claro, los conciertos suelen ser en bares y, cada vez más, te pagan con la cena y las copas, y yo no bebo Coca-Cola.
Hablando del grupo de música, ¿están cerca de publicar su primer disco, verdad?
Sí, le queda nada. Y con Latirili también tenemos nueva propuesta. No sé, ya veremos, Lo de teatro lo mandaré al Ayuntamiento para ver si podemos estrenar aquí, aunque lo dudo. El último montaje, por ejemplo, no lo hemos podido presentar en Vitoria. Fuera tenemos mucha acogida, pero aquí...
¿Y eso?
El Ayuntamiento está centrado en el Teatro Principal, visto además desde una postura conservadora. Yo voy y, claro, no soy de ese mundo, parece que sólo puedo actuar en Hala Bedi. Cuando voy al Consistorio me tratan muy bien, no creas, pero me dicen: "tú eres de otro arte, no del Principal". Pero seguiré intentándolo. Ahora lo que me interesa es que no se carguen el festival de teatro de calle, KaldeArte. Ahí sí que nos meten más y nos dan más importancia. Espero que siga, pero...
Se ha hablado en un momento dado incluso de hacerlo cada dos años...
Deberían hacer eso con el Festival Internacional de Teatro. No es tan interesante como la calle. Al Principal sólo puede ir el que tiene dinero, en la calle nos encontramos todos. Antes no había tanto respeto al teatro de calle, pero las cosas han cambiado. El público se comporta de otra manera. La calle es más interesante que pagar una entrada para ir a dormir al Teatro Principal.
¿Y a sus alumnos, cómo los ve?
Procuro que vengan a clase para divertirse. Todos tienen otras profesiones y acuden para soltarse, no para sufrir cuatro horas de ensayo de cara a preparar un espectáculo. Ellos tienen mucho interés por la cultura y como se pueden permitir las entradas del Principal, van y luego me cuentan. Deberían hacer los pases más baratos para los artistas que somos pobres, poniendo descuentos como los que tienen los parados. La gente del circo lo hace.
¿Hoy más que nunca, lo que necesita una sociedad como la nuestra es una clown punkarra?
Necesita todo lo que pueda sorprender al público de cualquier edad, la sociedad requiere divertirse y no dormirse en la butaca del teatro. No hace falta ser payasa punky para generar eso, aunque está muy bien serlo.
Más allá de lo que hemos comentado, sus próximos proyectos...
Pues me gustaría volver a hacer algo con los niños. Con Latirili hemos montado La sopa del bebé que ha funcionado muy, muy bien, además sin necesidad de pedir subvención ni nada. Esto es lo de siempre, si hay dinero, los artistas se corrompen. Si no lo hay y la gente, de verdad, quiere montar algo que le sale del corazón, parece que todos nos involucramos más. Parece contradictorio pero es real. En la música pasa lo mismo.
Dentro de otros 25 años, ¿se sigue viendo con ganas?
Sí. Lo que pasa es que hay que buscar otras alternativas. Hay que inventar cosas nuevas, que sorprendan, diviertan y ayuden al público y a mí misma como creadora y persona.