Dicen que a Roberto Ercilla, algún amigo le viene vacilando desde hace unas semanas recordándole una paradoja profesional que está protagonizando en los últimos años. No hace tanto (aunque fuera en el siglo pasado), el Ayuntamiento de Vitoria descolgó su teléfono para que realizase un proyecto de oficinas municipales en el antiguo Obispado, pero cuando casi todo estaba listo en lo alto de la colina hubo que trastocar los planes porque en el Consistorio habían cambiando de idea y querían un centro cultural, es decir, Montehermoso. Pasado el tiempo, quien se acordó del arquitecto fue Caja Vital. La entidad deseaba un centro cultural en Betoño aprovechando un antiguo convento (Krea), pero con todo casi terminando la propuesta se ha ido al garete y allí se plantean hacer ahora oficinas. El eterno retorno. La historieta, medio en broma, medio en serio, viene, eso sí, ni que pintada para describir el desmantelamiento del mapa cultural público de Álava, un sálvase quien pueda que, por increíble que parezca, está sucediendo sin que ningún partido político diga ni esta boca es mía, una situación que se repite con ciertos sectores artísticos. En apariencia, el mar está en calma. Pero, ¿qué pasa bajo la superficie?
Con Krea esperando la notificación definitiva de su defunción y Montehermoso viendo cómo agoniza su actual modelo de aquí a enero, el Proyecto Amarika es el último que ya está camino del cementerio. De esta forma, el Ayuntamiento de Gasteiz, la Diputación alavesa y Caja Vital se están encargando de destruir lo que estos mismos organismos empezaron a construir hace cinco años, un lustro en el que se han generado muchas expectativas y que ahora queda en nada, un tiempo perdido que también se traduce en muchos recursos económicos y humanos despreciados.
El primer paso para dibujar el nuevo escenario lo dio hace cinco años y medio el socialista Gregorio Rojo desde la presidencia de la entidad financiera. Su idea era Krea, una propuesta enfocada a los jóvenes, a la producción artística y a la sostenibilidad. Acto seguido, la popular Encina Serrano apostó desde el Consistorio por un modelo en Montehermoso que profundizase en la relación entre arte, feminismo y sociedad contemporánea, un enfoque único en el Estado. Unos meses después, Lorena López de Lacalle (EA) decidió abrir la gestión de las salas de exposición forales y se puso en marcha el Proyecto Amarika, cuyo objetivo se centraba en la creación emergente y el trabajo con el entramado local. La guinda la puso no sólo la elección del segundo director en la trayectoria de Artium, sino el desarrollo de una nuevo filosofía interna y externa.
El territorio contaba así con cuatro puntos de atención cultural, complementarios entre sí, que no chocaban ni en sus objetivos ni en sus acciones y, lo más importante, que tenían ganas e intenciones de colaborar y coordinarse. Intentar resumir todo lo que ha pasado en este lustro tanto de cara a la comunidad creativa como al público gracias a la labor de estas cuatro propuestas es imposible, pero tal vez sea bueno reseñar el número de artistas, instituciones, asociaciones y colectivos de fuera de Álava que han querido unirse, de una forma u otra, a sus pasos.
Entre el pasado marzo y este mes que ahora termina, todo eso (o casi) se ha ido al traste. En realidad, ya para mediados de julio estaban todas las decisiones adoptadas, otra cosa es cómo se han hecho públicas. Y ese camino se ha recorrido ante el total y absoluto silencio de PP, PSE, PNV y Bildu, que parecen haber tejido un pacto de no agresión puesto que, de una forma u otra, todos tienen responsabilidad en lo sucedido. Es más, los trapos culturales no son los únicos que se quieren tapar con esta actitud, según distintas fuentes.
A esta forma de actuar se une la aparente tranquilidad con la que se están tomando las cosas algunos sectores culturales alaveses, aunque una consulta rápida entre varios agentes artísticos deja patente la sensación de pesimism y resignación.
El primer paso hacia el desmantelamiento del mapa alavés llegó entre febrero y marzo, cuando el también socialista Carlos Zapatero dejó en el limbo a Krea justificando su decisión en la crisis. A día de hoy, la entidad sigue sin aclarar qué piensa hacer, enfrascada como está en el proceso de fusión de las cajas vascas. Y el problema no es ya que se tenga una sede de 18 millones de euros cerrada, sino qué sucederá con el personal del centro cultural. Lo único que está claro es que con el dinero que se está ahorrando la entidad en su gran proyecto, se está pagando todo el resto de actividades de la Obra Social.
Tras este movimiento, las decisiones sobre Montehermoso y Amarika fueron en paralelo. Para mediados de julio, los todavía responsables del centro municipal ya sabían que el Consistorio no contaba con ellos tras recibir unas cartas que si bien no eran de despido, sí eran indicativas de ello. Y para esas fechas, la Diputación tenía un informe interno realizado por funcionarios forales en el que si no se recomendaba la ruptura con la asamblea de artistas, sí se dejaba caer que el trabajo con los creadores locales no era productivo. Es más, distintas fuentes apuntan a que antes de las fiestas de La Blanca todo estaba decidido en ambos casos y que, de hecho, los primeros movimientos para asegurar el futuro deseado por las dos instituciones estaban tomados.
El único que parece salvarse es Artium, aunque a los recortes de presupuesto del museo hay que unir que cada vez se escucha con más fuerza un reproche que viene de lejos y que acusa al centro de recibir demasiado dinero en contraposición a los otros recursos culturales dependientes de la Diputación.
Así las cosas, la sensación de pérdida y abandono es cada vez más generalizada. Sobre todo porque hay oportunidades que no se van a repetir pero también porque se está dejando escapar a personas muy valoradas (por ejemplo, el nombre más repetido en los últimos meses en distintas conversaciones es el de Beatriz Herráez, la segunda de abordo en Montehermoso).
A esta situación se suma una percepción cada vez más extendida, el rechazo casi visceral que el Gobierno Vasco tiene a la hora de implicarse en cualquier cuestión cultural relacionada con Álava. De hecho, los reproches hacia el área dirigida por Blanca Urgell y Antonio Rivera son ya generalizados.