Vitoria. La última ha sido una semana de flashbacks. Dorleta ha recordado cuando "pasé con la bici por Cercas y vi el cartel de SE ALQUILA". No fueron aquellas dos palabras las que despertaron todo. Ya lo tenía incubado. Ya había envenenado a su amiga Paula. Electra Store estaba naciendo y el escaparate no reflejaba más que un futuro tan ilusionante como incierto.
La persiana se abrió el 29 de junio de 2007 y cuatro años y un cuarto después -"suena a peli de Leslie Nielsen"- la persiana bajó definitivamente el pasado viernes. Bueno, en realidad queda recoger un montón de cosas, responder llamadas, cerrar encargos... Pero Paula Murillas y Dorleta Martínez de Aramaiona ya lucen luto comercial. Lo que no les impide reír y hacerle cosquillas al recuerdo mientras abren La última tarde de Electra. Suena a título de novela, ¿verdad?
A Dorleta le tentó la idea viajando. Lo había visto en Hamburgo. En muchas otras ciudades. Tiendas que combinan música con merchandising de rock. Pero no sólo eso. "Teníamos claro que no queríamos que fuera una tienda al uso y hacer otras cosas". Paula explica cómo "estaba cansada de mi curro, nos conocíamos del fanzine Modern Times, de Vitoria, de la música...", y el proyecto le tentó a la primera.
¿Hay algún comienzo fácil? El tándem alquiló. Y se encontró con un local patas arriba. Sobre él, recuerda Paula, "cogimos cinta de carrocero y dijimos, aquí van los probadores, aquí el mostrador...". No faltó ayuda de amigos y familia, y un siempre conveniente reciclado de muebles, entre ellos una lámpara, más que mágica, maldita. "Todo un bricomanía, muy artesanal".
Olvidemos las formas. Pasemos al fondo. Comienzos titubeantes. ¿Cómo se consigue todo? La colaboración con una potente distribuidora europea abrió el camino a complementos, libros, DVD, a objetos de lo más variopinto y, por supuesto, a la gran estrella, el vinilo... Con permiso de la ropa de bebé. "La gente no tiene dinero para ellos, pero sí para el hijo".
Una cohorte de fieles comenzó a crearse, tanto para consumo propio como para el regalo mutuo. Clientes que gustan de hablar y compartir. "Lo que ha sido más bonito es el feedback", asegura Dorleta. "Yo he conocido muchísima música", añade Paula. Desde la que les descubría "gente que ha vivido la movida de los 60, que ha visto a los grupos que te gustan", hasta nuevas bandas locales que comienzan a emerger y que colocaron sus maquetas en la balda de Cercas Bajas, siempre dispuesta al trampolín.
También las firmas de discos -Def Con Dos-, la música en directo -Maika Makowsky, Miguel Positiva...- y las famosas fiestas de la tienda han traspasado los límites de un negocio habitual. Tan habitual como el loro Paco, que ha traspasado cada día el escaparate con sus graznidos, más parecidos al ladrar. Nunca bastó con subir el volumen.
Y, ¿por qué no hacer balance sociológico? ¿Cómo es el aficionado a la música rock, principal llave del cuatrienio de Electra Store? Pues "muy garagero y hard rockero", aunque también se ha colado en busca de "jazz, blues de los años 20, electrónica o música del siglo XXII", bromea Dorleta. Se queda sin vender, eso sí, en los cuatro años de persiana, un disco de Jeremy Dormouse. "Que es muy bueno", matiza Paula.
Ahora toca recoger. Repartir vinilos. Y todo lo demás. "Estamos entre la ganipena y la penigana", inventa Dorleta. "Como Lina Morgan, agradecidas y emocionadas", salta Paula. Pero los flashbacks no dejan de colarse por todos los rincones, acariciando la peluca de Pitiki, un estiloso maniquí que calza una de las joyas del cierre, la camiseta con el logo de Electra. Y es que, como de costumbre, los mitos gustan más una vez muertos.
Como muertas se han quedado Dorleta y Paula muchas veces. De risa cuando llegó una carta pidiendo la discografía completa de Rosa León. De cansancio cogiendo el teléfono: "soy de la comunidad de vecinos, para arreglar el ascensor...". "No, no es Electra Vitoria, señora". Muertas de agridulce alegría -¿es esto posible?- al comprobar todas las muestras de cariño en cuanto anunciaron el cierre. Pero, aunque la tienda no va mal, no podían más. Su propia esencia, esas ganas de hacer cosas que siguen teniendo, ha colgado el cartel. "Tener un negocio es tener todo el día esa cosa en la cabeza, cuando es tu hobby tienes la sensación de que estás trabajando las 24 horas; acaba siendo un lastre, no podíamos centrar la atención en nada más".
Porque la faceta ilustradora y de diseño de Paula quedaba mermada, como los estudios de Dorleta, entre la actividad diaria y la necesidad de turnarse al frente del mostrador. Así que se acabaron las recomendaciones de discos, ese servicio público que supone la venta de entradas, las presentaciones de discos, los videoclips... Lo notarán en primavera los aficionados foráneos del Azkena Rock, que cada año se acercaban a otear el catálogo.
Cientos han cruzado cada año la puerta durante los últimos cuatro. Clientes que han ido "desde chavales de 16 que quieren un CD de Metallica hasta hombres de 60 a por uno de Miles Davis". Porque de todo se ha escuchado en sus metros cuadrados. "¿Es una tienda de disfraces?". "¿Venden destornilladores?". "¿Tienen vinilos?"... "Pues claro". "No, vinilos de pegatina".
Queda pendiente alguna fiesta de despedida, quizás con plegarias, quizás con sorteos, como siempre, llenos de tongo. Pero "la gente para la que la música es su droga" habrá perdido ya uno de sus principales referentes en Gasteiz, un espacio que era más que hebillas, chapas y miles de discos. Todos los surcos llegan a su final, aunque éste continuará de alguna manera en Internet, en Facebook, donde ha creado también su pequeña comunidad.
Como los mitos fallecidos que fueron poblando año a año su pared -"en cuanto pusimos el primero, de repente se empezó a morir un montón de gente"-, a Electra Store le toca el último punteo. Dicen que van a escribir sus memorias y, si se les pregunta a quién querrían para interpretar sus respectivos papeles, Dorleta elige a Lauren Bacall. Paula, a Ava Gardner. Estas chicas, definitivamente, debían haber nacido antes de los 60.
Los singles vuelan por la tienda. El último viernes. Snifff. Se venden las últimas entradas para Eric Sardinas en la Jimmy Jazz. Las de JC Brooks ya han volado a Helldorado. Un chico toca a la puerta preguntando por ellas. "Pues me voy al local. La primera vez que entré a Electra no tenía grupo de rock, y ahora me voy a ensayar". Pues eso, qué más se puede decir...