La segunda semana de julio Gasteiz huele a club, a café, a whisky… Efluvios entre los que se cuelan solos de trompeta y coloristas acompañamientos de batería a través de líneas de bajo imposibles para componer ese halo jazzístico de percepción inconfundible. No son, no obstante, los únicos aromas que despide la ciudad. No sólo en estas fechas -esto es verdad de Perogrullo- Vitoria desprende olor a sarmiento, a Rioja Alavesa, a verdura de temporada. Fragancias que encuentran un lugar común en una de las ofertas más sugerentes de la, en estos días tan acusada, miscelánea entre hostelería y jazz que acoge la capital alavesa.
"Con el cambio que sufrió la plaza de Virgen Blanca, tanto nosotros como el Dublín, ganamos espacio para la terraza. Así que Luismi, el propietario del Dublín, me propuso llevar a cabo de manera conjunta la serie de conciertos que venimos realizando desde hace tres años: el Minijazz. Así se van encadenando una serie de conciertos que pueden disfrutarse desde ambos locales", explica Jesús López Aberasty, propietario del restaurante Virgen Blanca. El aliciente a esta propuesta reside en la posibilidad de disfrutar tanto de comidas como de cenas en el establecimiento que usurpa la denominación de la plaza más céntrica de la ciudad, amén de la contigua Plaza Nueva.
"Creo que es algo bastante novedoso, al menos yo no conozco otro lugar donde exista esta posibilidad", prosigue López. Un proyecto que parte del amor por la música de ambos hosteleros -los propietarios de Dublin y Virgen Blanca- volcados con el evento jazzístico gasteiztarra desde hace años. "Hacerlo en conjunto nos permite hacer el doble. Sumar fuerzas en definitiva. Pero lo fundamental es que a los dos nos encanta el tema de la música", aclara.
De esta manera el restaurante Virgen Blanca ofrece un atractivo menú por algo más de quince euros -16,40 para ser exactos- donde se cuelan, como es habitual, propuestas gastronómicas que alternan clasicismo culinario y nuevas tendencias, siempre con el producto de temporada como epicentro. Se tiene en cuenta, además, a los celíacos a la hora de componer la relación de platos de que dispondrá el recinto a lo largo de la jornada. Así, el decálogo que desprenden los fogones del Virgen Blanca se traduce en creaciones como la ensalada de cangrejo y bacon con vinagreta de choriceros, brik relleno de shii-takes y havarti con puré ligero de idiazabal y pasas o ajoblanco malagueño con espuma de tzatziki como primeros. Los segundos dejan de lado con sutileza la vanguardia culinaria para buscar cierta contundencia. En ese sentido, la chuleta de novillo con piquillos y patatas panaderas es una opción fija. Alternativas como el salmón al horno con wok de verduritas y mornay de ajo y perejil o revuelto de panceta y pimiento alcanzan la diversidad perseguida en la confección del menú del restaurante que preside la plaza de la Virgen Blanca.
Los postres no merecen menor atención en un establecimiento volcado con la tradición vasca en este apartado. Cuajada casera de oveja latxa, yogur de caserío o queso con nueces y membrillo son algunas de las opciones que maneja a menudo el menú del local.
Cuatro primeros, tres segundos, postre, pan y vino de Rioja Alavesa para esta oferta que marida gastronomía y jazz con naturalidad. "Alternamos entre jazz, blues, swing... Música que se puede bailar pero apta, a su vez, para disfrutar de una comida o cena en la terraza del local", concede López.
Por supuesto, las bandas que participan en esta propuesta se seleccionan con celo indagando en escenas tan prestigiosas como la madrileña y la barcelonesa, sin dejar de lado a la cantera local. "Este año tenemos dos grupos de Vitoria, dos de Barcelona y uno de Madrid", enuncia el propietario del recinto. Se refiere a los catalanes Blue Quartet y Acontrablues; Natur Songs, en representación de Madrid; junto a los oriundos The Basics y Real Time. Todo esto sin contar la no menos sugerente propuesta de su vecino y socio en lo musical, Dublin, por cuyo escenario desfilan esta semana bandas como La Bossa o la Vida, Playa Canalla o La Fank Fea.
Una jugosa propuesta que vincula música y gastronomía en uno de los enclaves más característicos de la ciudad. Un encuentro entre dos de las más marcadas pasiones de los alaveses en esta oferta que vive entre fogones y pentagramas. Y todo "a un precio asequible", tal y como remarca Jesús López Aberasty. Todo está dispuesto entonces para una ceremonia en torno a melodías y viandas que "alegran el alma". No cabe duda de ello.