Con el objetivo de perfeccionar y aportar calidad al guardarropa femenino, arrancó ayer la 53ª edición de Cibeles Madrid Fashion Week, aderezada con notas orientales y un guiño a los años 60 y 70, jornada en la que hubo muchos pespuntes de color y optimismo.

Inspirado en una mujer ecléctica y moderna, Jesús del Pozo abrió la jornada matinal con una colección elaborada, en su mayor parte, con grandes pliegues, volúmenes y aperturas, en la que los hombros perdían protagonismo en favor de acentuados cuellos y mangas. En menor medida, también estuvieron presentes las líneas puras y suaves, sobre todo en las propuestas de noche, donde delicados encajes se imponían con efectos ópticos transparentes. Además de reinventar el traje sastre de la popular Chica Gibson para facilitar la vida de la mujer e invitarla a la moda funcional sin por ello restar estilo, Del Pozo realza las mangas con sobrios pliegues rematados con una coqueta lazada. Sobre más lanas que sedas, la mayoría con notas doradas, los negros y los grises se mezclan con azules y verdes aportando luz y optimismo a la colección.

verino Con modelos peinadas y maquilladas como si fueran samurais, Roberto Verino exhibió en Cibeles una colección para el hombre y la mujer plural y multicultural con claro acento oriental. "Oriente es un mercado en el que me gustaría trabajar, pero con calma", explicó el diseñador gallego. Dominada por paleta cromática y la serena belleza de Oriente, se pudieron ver trajes entallados con apliques y cierres orientales, chaquetas con cuello mao, pantalones de línea sastre con largo al tobillo y varios kimonos en rosa palo, violeta, azul y carmesí.

El negro lo reservó para las propuestas de noche, donde los vestidos con largo al tobillo en ricos terciopelos fueron el denominador común, todos ellos adornados con complementos rojos. Tono encargado de cerrar el desfile sobre un kimono, trabajado en un tejido brocado. Los zapatos, que recreaban los okobo, tradicional calzado japonés, se vieron tanto en las propuestas de día como de noche.

Para el hombre, Verino apostó por trajes clásicos con la pernera muy estrecha en tweed y príncipe de gales, además de abrigos de paño y chaquetones con llamativos cuello de piel tintados en tonos de color ámbar y berenjena.