zarautz. ¿Su oficio? Ahí viene la paradoja número dos: uno de los autores más reconocidos de nuestra literatura vive, en realidad, de su trabajo para la televisión. Un dato para la reflexión, que anotamos junto a la paradoja número tres: la solidez de su escritura se apoya en un terreno sembrado de dudas y preguntas por él mismo. Muchos de esos interrogantes están recogidos en el trabajo de orfebrería que le ha supuesto su último premio importante, el Nacional de ensayo, y que ha servido como punto de partida para una conversación que hasta el punto final no sabremos a dónde ni por dónde nos llevará.
"Eskarmentuaren paperak" se convirtió en su versión en castellano en "Vida y otras dudas". Usted se ha movido más por los caminos que le llevaban a dudar que por los que le conducían a tener certidumbres.
Sí, me ha atraído lo indefinido. Cuando estaba en el seminario, con 16 ó 17 años, había una asignatura que a mi me entusiasmaba, que se llamaba una cosa tan extraña como "cuestiones fronterizas". Ahí lo que se planteaban eran aquellos territorios fronterizos entre filosofía y teología, razón y fe, lo espiritual y lo material... Ya andaba yo entonces en esos territorios un poco difusos.
A la hora de crear, esas dudas le hacen dar miles de vueltas antes de aceptar como bueno algo que ha escrito. Usted lo hace hasta lo obsesivo. El riesgo es pasarse la vida enrocado en una misma obra.
Sí, hay que poner un límite, y en eso, yo casi prefiero jugar con plazos, que el editor me ponga unas fechas, aunque después no las respetes, pero necesito que haya algo
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