madrid. Como el periplo, sugerente y ambicioso, que emprende, de la mano del escritor José Saramago, el elefante de nombre Salomón, la editorial Santillana publica con motivo de su cincuenta aniverario una edición especial ilustrada de El viaje del elefante, del gran escritor portugués. El diseño y las ilustraciones de Manuel Estrada invitan al lector a adentrarse de un modo distinto y novedoso en una de las últimas obras del Premio Nobel, fallecido el pasado año y quien escribió este texto cuando ya tenía una delicada salud.

A lomos de Salomón y de los pinceles de Estrada, la actual edición de lujo -en gran formato y tapa dura- el lector recorre las páginas del texto adornado con bellas ilustraciones, en las que el paquidermo adopta las más sugerentes formas y colores, que dan cuenta de su recorrido. Así, un sinuoso camino acompañado de la cita "siempre acabamos llegando a donde nos esperan" da paso a este itinerario que discurre, entre otras ciudades, por Lisboa, Belén, Castelo Rodrigo, Valladolid, Rosas, Génova, Mantua, Verona, Venecia, Brenner, Linz, Innsbruck, Melk y Viena.

A mediados del siglo XVI el rey Juan III ofrece a su primo, el archiduque Maximiliano de Austria, un elefante asiático. El viaje del elefante cuenta el periplo épico de ese animal llamado Salomón, que tuvo que recorrer Europa por caprichos reales y absurdas estrategias. Saramago se sirve de su "imaginación y capacidad inventiva" para reflexionar sobre la condición humana, con un agudísimo sentido del humor.

INSPIRACIÓN A modo de epílogo, el autor luso cuenta en la página final del texto cómo un viaje a Salzburgo le inspiró esta obra. "Fue necesario que los ignotos hados se dieran cita en la ciudad de Mozart para que este escritor pudiera preguntar: "¿Qué figuras son éstas?". Las figuras eran pequeñas esculturas de madera, la primera de ellas, de derecha a izquierda, era la Torre de Belén de Lisboa". "Venían -prosigue- a continuación representaciones de varios edificios y monumentos europeos que manifiestamente anunciaban un itinerario. Me dijeron que se trataba del viaje de un elefante que, en el siglo XVI, exactamente en 1551, siendo rey Juan III, fue conducido desde Lisboa hasta Viena. Presentí que ahí podía haber una historia...". Al escritor le impresionó especialmente la suerte final del elefante, ya que después de recorrer miles de kilómetros "por capricho de un rey", Salomón murió al poco tiempo de llegar a Viena, y, una vez muerto, le cortaron las patas delanteras para ponerlas a la entrada de palacio a modo de recipiente donde depositar paraguas y bastones.