la nueva TVE marcha viento en popa toda vela por el mar proceloso del mercado audiovisual más preocupada por la calidad y financiación necesaria, perdidos los suculentos ingresos comerciales que por las audiencias que paradójicamente le acompañan al alza y hacen de la tele sin anuncios la más preferida por los televidentes frente a los agoreros que pronosticaban su marginalidad y decadencia. El equipo Oliart está manejando con fortuna parrillas de programación y contrataciones de derechos audiovisuales con cifras que desconocemos y que pueden estar generando deuda no contemplada en la nueva ordenación jurídico administrativa de RTVE. En cualquier caso, de momento TVE está fuera de las pugnas entre empresas televisivas y sus preocupaciones se dirigen a consolidar unos informativos de prestigio, referencia y respeto profesional y sobre todo, social. Y lógicamente, el espejo en el que se miran los directivos y profesionales de TVE es en el modelo británico de BBC, que es paradigma de imparcialidad y contraste informativo, al margen de los intereses partidistas del Gobierno y sometida a control político, profesional y social. Está bien esta noble y recurrente pretensión de acercarse al modelo admirado hasta el papanatismo pero no hay que perder de vista que cada medio público de comunicación responde a una trayectoria sociopolítica e histórica, enmarcada en una voluntad política de organizar de un determinado modo los medios de titularidad pública y la legislación pertinente. No es tanto cuestión de cambiar la mentalidad de responsables y periodistas, cuanto de aceptar por parte de los partidos políticos que estos medios no están a su servicio, sino que deben de cumplir con las exigencias de la demanda con sentido democrático de pluralidad, imparcialidad y rigor. No es muy complicado, pero eso sí, es cuestión de políticos y ésta puede serlo.