LOS ÁNGELES. La popularización de los dispositivos portátiles, cada vez más pequeños, potentes y asequibles, y la universalización de internet ha favorecido el florecimiento de servicios informáticos a los que se accede por la red sin necesidad de instalar un software concreto o de almacenar la información en un disco duro.

Ese ciberespacio, también llamado nube, no es nuevo y tiene como abanderado al "e-mail" pero su potencial excede con creces a la mera revisión de correspondencia virtual.

Actualmente ya existe multitud de software "on-line" creado por entidades como Microsoft, Oracle o Google, aunque el "boom" de las redes sociales y las aplicaciones, cada vez más integradas en la vida cotidiana, dibuja un futuro halagüeño a esta nueva dimensión.

"Todos los aparatos se conectarán a la nube, cada uno para un uso concreto", explicó Jamin Spitzer director de Estrategia en la Nube de Microsoft en un reciente encuentro con periodistas latinoamericanos.

"Una nevera podrá interactuar con su propietario a través de una base de datos y avisarle al teléfono para que compre más leche porque la que tiene se ha agriado", citó como ejemplo Spitzer.

Una de las grandes ventajas de operar en la nube es que el usuario se puede olvidar por completo de mantenimiento, actualizaciones, seguridad asociada a los programas y gana en ubicuidad, sus archivos viajan con él donde quiera que vaya.

A cambio, el internauta debe confiar en que su información privada, alojada en algún lugar que ignora, quedará protegida con extrema cautela por una compañía que desconoce.

"Los datos no tienen fronteras", aseguró Spitzer para quien las legislciones relativas al almacenamiento de información tienen que ponerse al día con el desarrollo tecnológico.

Los Estados, no obstante, ven con inquietud como la nube se hace más grande y va absorbiendo contenidos más o menos confidenciales que quedan depositados en centros de datos, muchos de ellos de titularidad privada y cuyas actividades carecen de transparencia para proteger la privacidad de sus clientes.

El problema es que, si bien internet no entiende de soberanías, gobiernos como el de EEUU, donde se encuentran gran parte de esas plantas de alojamiento de información y computación a distancia, cuentan con leyes que, en nombre de la seguridad nacional, autorizan a intervenir cualquier ordenador situado en su territorio.

Para atender a ese atractivo y, presumiblemente, lucrativo negocio que derivará de esas tecnologías web, las grandes empresas han puesto en marcha numerosos proyectos de construcción de nuevos centros de datos.

Apple, Facebook o Yahoo! son algunas de las compañías que están invirtendo cientos de millones de dólares en ampliar su capacidad para gestionar datos en la nube, un terreno en el que Microsoft y Google llevan la delantra.

Tampoco se queda a la zaga la Administración de EEUU, que a través de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en inglés) dio luz verde en julio de 2009 a un proyecto de centro de datos valorado en 2.000 millones de dólares.

En Europa, destacan dos proyectos de una multinacional energética y una constructora con un presupuesto que supera en conjunto los 3.000 millones de dólares para poner en marcha grandes centros de datos en Escocia.

Al coste económico de esas grandes superficies informáticas, motores de internet, hay que sumar el energético.

En 2010 el 3 por ciento de la energía consumida en EEUU corresponderá a centros de datos y se prevé que el porcentaje se duplique en cinco años, explicó Rico Malvar, científico jefe de Microsoft Research.