Hubo quien sí tuvo la fortuna de encontrarse con el público, quien se quedó a medio camino y quien, por desgracia, ni siquiera pisó el escenario. Es lo que tiene Vitoria. El año pasado, en estas mismas fechas, el excesivo calor incluso creó problemas de mareos y alguna que otra quemadura. Doce meses después, el cielo se ha puesto caprichoso y caen gotas como si alguien por ahí arriba hubiera abierto todos los grifos. La quinta edición de la muestra internacional de artes de calle KaldeArte se está viendo más que condicionada por la situación meteorológica y ayer, una de las dos jornadas con más propuestas programadas junto a la de hoy, no fue una excepción, aunque por la tarde mejoraron un tanto las cosas. Una pena tanto para las compañías como para el público y para la organización municipal. Pero es que hay cosas contra las que no se pueden luchar. Es así y punto.

Suerte tuvieron los vitorianos Panta Rhei y el Kolectivo Monstrenko, los dos únicos grupos con el techo asegurado. Además, el Ayuntamiento, igual que pasará hoy, tenía previsto un Plan B llamado polideportivo de El Campillo para los montajes a desarrollar en el Jardín de Falerina, Jardín de los Etxanobe y Palacio Eskoriatza-Eskibel. A todo ello se unió que sobre todo la tarde se comportó un poco mejor que el mediodía.

El pasado jueves ya se aguó la fiesta. Y el viernes sucedió casi lo mismo, aunque hubo valientes que incluso con la lluvia se pusieron manos a la obra. Fue el caso de los franceses Les Commandos Percu que a eso de las 23.00 horas y mientras caía de lo lindo en Mendizabala montaron una buena fiesta de percusión y fuegos artificiales ante unas 1.000 personas, aunque casi habría que hablar de valientes.

Peor le fueron cosas a Producciones Imperdibles. Los sevillanos se quedaron con las ganas los dos primeros días del festival. El Consistorio les ofreció trasladar su escenario transparente a un sitio cerrado tras cuatro sesiones consecutivas suspendidas, pero el grupo rechazó la idea porque se iba a perder toda la magia de su montaje ya que la idea es que los espectadores, sentados bajo las tablas, puedan ver a los bailarines y el cielo al mismo tiempo creando una perspectiva y una atmósfera especial.

Ya ayer parecía que, aunque las nubes dominaban todo, la lluvia iba a respetar un poco más el inicio de la cuarta jornada de KaldeArte. De hecho, un buen número de espectadores esperaban antes del mediodía en la Virgen Blanca para reír a gusto con las Olympikas 2012 de Hortzmuga. Todo estaba dispuesto para ello, sillas incluidas. Y la cosa no empezó mal, a pesar de que en un momento se escaparon algunas gotas. Eso sí, hubo un paseante que al ver lo que se estaba montando soltó bien en alto: "¿y en esto nos gastamos el dinero? Así va España". Lo que hay que oír.

Anécdotas a un lado, a la compañía vizcaína le duró la chispa un poco más de media hora. Justo en ese momento empezó a caer lo que no estaba escrito, y público y actrices salieron corriendo buscando cobijo en cualquier sitio.

Lo mismo en ese instante le sucedió a los belgas Cirq"ulation Locale. Su turno era a las 13.00 horas en la plaza Nueva, pero varios minutos antes ya se encontraban en el escenario, frente a la mojada grada para mil personas instalada como en año anteriores, haciendo ejercicios de calentamiento: saltos sobre una cama elástica, mazas... Eso sí, lo único que pudieron hacer fue eso, coger el tono. Después, hubo que refugiarse y esperar...

Fue una auténtica pena puesto que en el ambiente se notaba un poco menos de gente que en ediciones anteriores pero sí muchos ciudadanos con el programa de mano de la muestra en el bolsillo para no perderse nada. KaldeArte ha conseguido en estos cinco años un público fiel y eso se percibe.

Ellos y ellas tuvieron algo más de suerte por la tarde. Con frío sí, con el paraguas cerca también, con los ojos puestos en el cielo por supuesto, pero por lo menos los primeros espectáculos pudieron desarrollarse con normalidad, un alivio también para el Ayuntamiento de Gastiez. Y es que a la mañana, la concejal de Cultura, Maite Berrocal, y su directora de área, Inma Sánchez, paseaban por el centro de la capital alavesa con cierta resignación aunque con la esperanza de que la cosa mejorase y con la confianza de que el programa diseñado merece la pena.

Según fueron avanzando las horas, sin embargo, las caras cambiaron. La competencia con la final de la ACB fue dura, pero un animoso público aprovechó la ausencia de lluvia para reír, disfrutar, asombrarse y, en definitiva, vivir como se merece el espíritu de esta muestra, gozar con las artes escénicas sobre el suelo y bajo el cielo.

La calle es una sorpresa. Y lo que se desarrolla en ella, también. Unas veces agradable, otras no tantas. Aunque lo peor siempre es que no suceda nada.