Pelos de Vaca. Traducido de forma literal, el título que Miriam Isasi y Unai Requejo han escogido para la exposición que recoge el resultado de sus dos meses de trabajo en Pekín no da muchas pistas sobre el contenido. Hacen falta ciertas nociones de cultura china para adivinar por dónde van los tiros. Y hay que tener cuidado, porque es fácil crear malentendidos. Sin ir más lejos esta expresión se utiliza para designar el vello púbico, aunque los dos jóvenes artistas vascos no pretenden apelar al sexo o al nudismo para atraer al público que se acerque al MA Studio de Pekín, el lugar en el que han desarrollado su trabajo creativo durante los dos últimos meses, y que ahora se convierte en espacio expositivo.

Los pelos de vaca a los que hacen referencia estos dos doctorandos de la Universidad del País Vasco tienen un significado mucho más profundo, el que le da el viejo dicho chino en el que se basan: "Hay tantas cosas en la vida a las que no se hace caso como pelos tiene una vaca". Es una reivindicación de lo que parece insignificante y pasa desapercibido. De esos momentos irrelevantes que se recogen en miles de fotografías que acaban en el olvido, y con las que Isasi y Requejo han creado el cartel de una exposición cuyos últimos retoques estaban dando hace justo una semana a toda prisa. Los nervios eran evidentes, y no era para menos. El pasado domingo dieron a conocer parte del trabajo desarrollado gracias a la segunda edición de la beca Goazen Txinara! (¡Vamos a China!).

Creada por Judas Arrieta con el patrocinio de la Facultad de Bellas Artes de la UPV-EHU y del Gobierno Vasco, la beca tiene como objetivo que diferentes artistas viajen a Pekín y desarrollen ideas que recojan elementos de las dos culturas. "Se presentan muchos proyectos de los cuales un jurado escoge los cuatro más sólidos", explica Arrieta. "Los residentes viajan de dos en dos y tienen un par de meses para llevar a cabo la propuesta".

isasi "El tiempo ha pasado volando", reconoce Miriam Isasi (Gasteiz, 1981). "Para cuando te acostumbras ya sólo quedan dos semanas". Y la aclimatación no supone que trabajar en China resulte fácil. "Es muy complicado. Tanto por la barrera del idioma como por el choque cultural", comenta la gasteiztarra. "Pero este es un país lleno de contrastes espectaculares que avivan la creatividad". Isasi pone como ejemplo el caso de los baños públicos, en los que se vive una combinación algo escatológica del ayer y el hoy: "Te puedes encontrar a mujeres que hacen sus necesidades juntas, en agujeros horadados en el suelo, y que a la vez están hablando por móviles de última generación".

Esos contrastes le han servido a Isasi para desarrollar su proyecto, una investigación sobre el concepto del refugio temporal y el reciclaje. De hecho, nada más llegar, cuando viajaba en autobús desde el estudio, tuvo un golpe de suerte que ha determinado la obra que expone. "Vi un poblado en el que casi cien familias han montado un improvisado centro de reciclaje. Hasta el punto de que muchas de las casas están construidas con materiales que han recogido de basuras y contenedores de Pekín". Curiosamente, incluso en este poblado se refleja el carácter gremial chino. "Están la callejuela de los plásticos, la del vidrio, y la de las telas", cuenta Isasi, que ha retratado la vida de esta gente a través de un documental en vídeo y fotografía. "También descubrí que hay grupos de trabajadores que se dedican a limpiar los ladrillos de edificios demolidos para volver a construir viviendas. Es el no va más del reciclaje y de la autoconstrucción, los dos elementos centrales de mi trabajo".

Claro que no fue fácil acceder a estos lugares, que los propios chinos protegen de la vista de extranjeros para evitar dañar la imagen del país. "Los jefes nos echaron varias veces y hay mucho secretismo, pero los trabajadores estaban encantados", recuerda. "Me sorprendió lo cortoplacistas que son. Sólo saben las horas que trabajan y lo que ganan. Viven el presente, sin preocuparse del futuro. Eso les impide salir de la situación en la que están".

Isasi, que reniega del término "artista" porque lo considera caduco para describir a los creadores multidisciplinares, quiere plantear preguntas a través de sus documentales, y pretende provocar todo tipo de sentimientos menos el de la pena. "Quiero mostrar la vida de quienes tienen un trabajo tan digno como otro cualquiera a través de un arte social que no caiga en el tópico de "qué vida más puta tienen". En este caso utilizo la imagen en sus diferentes variantes, un soporte que viene determinado por el tema y que combinaré en una instalación".

Así, el público vasco podrá acercarse a un aspecto oculto de la vida de la población china. Y quienes se dejen caer por el MA Studio podrán también ver un habitáculo construido a partir de esos elementos que reciclan los chinos del poblado. "Aquí desarrollamos parte del trabajo, pero seguro que saldrá mucha más obra cuando volvamos a Euskadi. Este tiempo que hemos pasado en Pekín hay que rumiarlo".

gusto por el juego Rumiando se queda Unai Requejo (Santurtzi, 1982) con cada pregunta. A él no le importa que le llamen artista. Y, por lo visto, le gusta el juego en todas sus variantes. Al menos ese es el tema que ha escogido para su tesis doctoral, y el que ha desarrollado en Pekín. Un buen lugar, porque la población china no duda un momento en sacar las cartas o el weiqi, un juego parecido a las damas, en cualquier segundo de asueto. Y es éste último el que ha cautivado a Requejo. "En 4.000 años de historia las reglas no han cambiado, y está muy ligado a la estética. Cuando juegas piensas en formas", explica. "Además, he indagado sobre el ideograma wan, que significa jugar, y he descubierto que está muy ligado a la percepción: cuando se une a otros forma palabras como escuchar, mirar cosas con atención, etc. Y es curioso que en chino también existen expresiones como jugarse la vida. Jugar es hacer, pero no es productivo", reflexiona.

En la exposición presenta una colección de imágenes modificadas por ordenador en la que es él quien juega con piezas de Lego que ha comprado en Pekín. Es otra de las vertientes de su trabajo: el arte como juguete. Todo ello va acompañado de una instalación en la que el joven de Santurtzi utiliza una pelota de ping-pong para jugar con el espectador.

Como en el caso de Isasi, Requejo no ha podido desarrollar su proyecto tal y como lo proponía sobre el papel. Su partida ha cambiado de escenario. "Hay que saber adaptar las ideas al entorno y a las posibilidades existentes. Además, es muy difícil preparar una propuesta para trabajar en Pekín sin saber qué te vas a encontrar, y luego llevarla a cabo al pie de la letra". Por eso, las entrevistas que ha realizado con gente relacionada con el weiqi las ve ahora más como material informativo para su tesis que como la obra de arte que pensaba realizar. "Busco hacer cosas distintas, aunque no me sienta a gusto en el terreno que exploro. Es lo que yo considero que hace un artista, y no repetir hasta la saciedad algo que da resultado. Aunque muchos se encasillan así, porque es más cómodo, ese carácter es propio de un artesano. Éste suele crear obras casi perfectas, mientras que el artista busca estímulos diferentes creando en modalidades que no controla como el artesano".

El mismo Requejo considera que su visión no encaja en el actual mercado del arte. Tampoco la de Isasi. Ambos critican lo encorsetado del mundo de galerías y museos, y las pocas oportunidades que se da a los nuevos talentos. "Arte es perder dinero", asegura ella. "Vender no es mi objetivo", añade él. "Si buscara la forma de crear objetos vendibles no tendría éxito", apostilla.

Entonces, ¿dónde está el futuro? "Quizá en la enseñanza, o haciendo cualquier otra cosa", responde el vizcaíno. Todo llegará. De momento China les ha abierto nuevas puertas, y los dos residentes ya piensan en colaborar, como hicieron el año pasado Edurne González y Laurita Siles. Ellas crearon la Dinastía Trini. Ellos quieren emularlas con la Dinastía Dumpling. Y prometen una dinastía chocante. Pero habrá que esperar, porque hay secreto absoluto sobre el vídeo que han grabado con unos disfraces de Mickey y Minnie en un parque Disney abandonado a las afueras de la capital china. "En el arte hay que divertirse", dicen.