En 1980 llegó a Vitoria el maestro Carmelo Bernaola. Entre sus manos se puso la por entonces Escuela de Música Jesús Guridi, un centro de enseñanzas elementales que tenía toda la intención de dar un paso hacia adelante. El compositor vizcaíno era la persona indicada para aquel trabajo y pronto se puso manos a la obra. Su huella es todavía hoy recordada por todos los que tuvieron la fortuna de compartir camino junto a él, aunque, como suele suceder en otros casos significativos, Vitoria, en su concepto más amplio, es una ciudad de memoria frágil, que suele solucionar sus problemas con aquellos que marcaron su pasado poniéndole el nombre a una calle (en este caso, a un paseo) y punto y final.

Pero dejando a un lado estas cuestiones (qué decir de tristes aniversarios como el que en 2009 sufrió Ignacio Aldecoa, por poner sólo un ejemplo), el maestro (él y otros muchos que le acompañaron, que no es bueno olvidarse de nadie) consiguió abrir una gran puerta de par en par no ya a la educación musical si no a todo lo relacionado con la cultura. Cuando en 1991 abandonó su cargo, ni el centro que dirigía era el mismo, ni la ciudad tampoco. Una impronta que, además, ha seguido dando frutos hasta el momento actual, que no se limitó a aquella década dulce.

El compositor construyó un tejido cultural importante. Un hombre que, además, tuvo claro desde el primer momento en que llegó a la capital alavesa que el centro que gestionaba debía formar en lo clásico pero también ser un motor para lo moderno, lo actual, lo contemporáneo, consciente, como varios de sus colegas, de que era imprescindible caminar al paso de los tiempos sin estar siempre mirando a las mismas referencias.

Para ello, necesitaba una nueva casa, un espacio que estuviera a la altura del proyecto, un edificio que se convirtió en realidad hace 25 años siguiendo el diseño establecido por el arquitecto José Luis Catón. Hoy aquello parece céntrico, pero en su día daba la impresión de estar fuera de Gasteiz, y más para la mentalidad media de una ciudad a la que le cuesta creer que hay vida fuera de la calle Dato.

En ese afán por ir dando pasos en lo contemporáneo se crearon diferentes iniciativas bajo el impulso de Bernaola, como el pionero Laboratorio de Electroacústica (hoy Espacio Sinkro), que tan buenas noticias, también en el extranjero, trae de un tiempo a esta parte a la capital alavesa.

Fueron buenos tiempos, pero no hay que vivir sólo de la nostalgia. El centro, que hunde sus raíces en la creación en 1928 por parte del Ayuntamiento de Vitoria del Conservatorio Municipal de Música aunque hoy depende del Gobierno Vasco, siguió camino tras la marcha del maestro, fallecido en 2002.

Hasta el momento, el Jesús Guridi ha compartido su camino con miles de personas. Y las que vendrán. Hay nombres que han conseguido hacerse un hueco más importante en la escena actual. Es el caso del director de orquesta Juanjo Mena, el pianista Alfonso Gómez, compositores como Zuriñe F. Gerenabarrena o Antonio Lauzurika y así un largo etcétera que sería complicado resumir. No ha sido tampoco un camino fácil por diferentes circunstancias (¿qué hubiera sido del centro y de la propia capital alavesa si Musikene se hubiera ubicado en Vitoria?).

Pero no sólo de dar clase vive el conservatorio. Tiene varias formaciones musicales en activo. Organiza dos festivales cada año (el Carmelo Bernaola y el Sinkro), es sede de diferentes conciertos (todos ellos gratuitos y por cierto en un aula magna con una acústica que sí es excelente) y ciclos como Ondas de Jazz... Es, en definitiva, un referente cultural. El futuro ya llegará. Y si los responsables del futuro auditorio son un poco inteligentes, entre ambos se podrá establecer una relación más que productiva. Tal vez ahí se abra un nuevo camino.