Algo más que el espíritu de José Antonio Agirre estuvo presente en el primer mensaje de fin de año del lehendakari, Imanol Pradales. No solo por el escritorio de la legendaria sede parisina del Gobierno Vasco, recientemente recuperada por su legítimo propietario, el PNV, tras la numantina resistencia de los Ejecutivos “democráticos” de UCD, PSOE y PP. También estuvo presente, de una forma más directa, a través de una cita expresa sobre la juventud de quien lideró heroicamente aquel grupo irrepetible de personalidades que formaron sus plurales gabinetes hasta su muerte.

Pero, sobre todo, la presencia del primer lehendakari se hizo notar en la propia inspiración de la muy cuidada alocución del santurtziarra, que –estoy seguro de que no por casualidad– finalizó apelando a la esperanza, un concepto que, como documentó hace tres días en los diarios del Grupo Noticias el sabio Joxan Rekondo, siempre estuvo presente en cada discurso de fin de año de Agirre. O en cada Gabon, por utilizar el término que usó, creo que tampoco por azar, Pradales.

Esto, en cuanto a la forma, que opino sinceramente tiene casi tanta importancia como el fondo. En cuanto al contenido, de entrada, me provocó una sonrisa la sutil autoironía de subrayar que las y los jóvenes, principales destinatarios de sus palabras, probablemente no las estarían escuchando. Inmediatamente después de señalarlo, el lehendakari se apartó del paternalismo convencional al decirles que vivieran su juventud a su manera. Sin caer en la tentación de halagarlos con lisonjas o lemas autocomplacientes, les advirtió que, por desencantados que puedan sentirse, no deben escuchar a quienes ofrecen soluciones simples a problemas complejos.

Es un aviso que nos atañe a todos, independientemente de nuestra edad. Lo mismo ocurre con la interpelación a no dar por hecho, ni por un minuto, que la democracia, la libertad y el porvenir están asegurados. Eso también lo habría firmado Agirre.