El jazz, que nació como tal a finales del siglo XIX en los bulliciosos barrios de Nueva Orleans, es mucho más que un simple género musical. Es una receta sonora estimulante que combina ritmos africanos, melodías europeas y la profunda melancolía del blues, creando así un cóctel singular de sonidos y emociones. Esta amalgama sonora, con tantas capas, dio vida a una forma de expresión musical marcada por la improvisación, los ritmos quebrados y la interacción fundamental entre los músicos, permitiendo una libertad creativa infinita. Como bien dijo Louis Armstrong, “El jazz no es lo que tocas, es cómo lo tocas”.

Desde 1977, casi medio siglo ya, el Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz ha sido un referente esencial en el panorama jazzístico internacional. Este encuentro, celebrado cada julio, ha reunido a algunas de las figuras más influyentes del jazz mundial, convirtiéndose en un punto de encuentro referencial para artistas y aficionados.

Sin embargo, la verdadera chispa del Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz se despliega más allá de los grandes escenarios. Durante estos días de julio, la ciudad parece tener una banda sonora de música jazz. Las calles y bares de Gasteiz se llenan de pequeños conciertos, y actuaciones improvisadas, creando una atmósfera de disfrute bajo la batuta del jazz. Johnny Griffin lo expresó perfectamente: “El jazz es la música de los bares y las cavas”, subrayando cómo estos ambientes íntimos capturan el auténtico ADN del género.

Estas iniciativas al aire libre y en locales acogedores, la sección paralela del Festival, son una buena oportunidad para que vecinos y foráneos se sumerjan en el espíritu del jazz de manera cercana y natural. Los transeúntes pueden detenerse a escuchar a músicos que, con su pasión como bandera, transforman cada nota en una experiencia contagiosa. Al mismo tiempo, estas actuaciones permiten a la gente conectarse, compartir impresiones y disfrutar de una experiencia cultural mientras pasean por la ciudad o se relajan con un vino o cerveza en la mano. Como dijo William H. Whyte, “La calle es el río de la vida de la ciudad, el lugar donde nos encontramos, el camino hacia el centro.

El Festival de Jazz de Gasteiz no es solo un evento musical, sino un acto comunitario que invita a todos a participar aprovechando que las vacaciones estivales están a la vuelta de la esquina. La música se convierte en un pegamento que une a personas de diferentes orígenes y edades, fomentando un ambiente más relajado. Una buena medicina para combatir el estrés de nuestro día a día.

En definitiva, más allá de las actuaciones de renombre, lo que realmente este festival aporta a la ciudad es su capacidad para que la magia del jazz nos contagie como si fuera un virus bueno. Sería ideal que festivales como este, o al menos sus secciones paralelas, se prolongaran durante todo el año. Solo haría falta dejar de centrarse tanto en las grandes estrellas y ajustar los presupuestos”.