Ya estamos de vuelta. Han sido unos cuantos los días libres que me he tomado en lo que respecta a mi presencia en este espacio que tan generosamente me ofrece el Grupo Noticias cada semana. Mi ausencia ha sido más larga que la de Sánchez aunque, por motivos obvios, ha generado mucha menos expectación. Y es que lo mío se ha debido a problemas de agenda y no, como Sánchez, a una situación que pareció surgir del ámbito de la reflexión personal o familiar y que ha terminado deviniendo en una necesidad de regeneración democrática convertida en asunto de Estado. De hecho, probablemente, es hoy la primera cuestión del debate público en los medios madrileños. Y lo es por delante de asuntos de primera magnitud como unas elecciones catalanas en las que está en juego el Govern de la Generalitat –y por tanto la vuelta o no de Puigdemont– o unos comicios al Parlamento Europeo en los que los partidos empiezan a conformar sus listas y donde estamos pudiendo comprobar que en Ciudadanos todavía quedaba algún tránsfuga; o, mejor dicho, que incluso aquel que había recibido el encargo de liquidar la formación naranja y bajar la persiana de su sede está dispuesto a integrar las listas de un PP del que hace escasa semanas –ni siquiera meses– echaba pestes. De todo tiene que haber, pero hay cosas que, ni siquiera por esperadas, dejan de ser sorprendentes.
Y en esta vuelta tocará escribir sobre muchas cuestiones porque todo parece indicar que tenemos por delante meses de mucha actividad política. Así que tendréis por aquí mis impresiones sobre cómo abordar la regeneración democrática o sobre cómo actuar frente al lawfare o los pseudomedios. Pero también sobre los riesgos de los liderazgos extremadamente personalistas o el peligro de utilizar la confrontación y la crispación como forma de hacer política. Porque actividad no necesariamente significa tensión y, aunque el ritmo sea frenético, el debate puede ser tranquilo. Puede y debe.