Un antiguo portero de un local de alterne con dos condenas por agresión comparece en el Senado español como presunto responsable de una trama que le hizo de oro adquiriendo mascarillas de chicha y nabo para diferentes administraciones públicas. Podría ser una mezcla cutre de película de Berlanga, Santiago Segura o Pajares y Esteso. Pero es realidad pura y dura, con el añadido de que el tipo en cuestión fue mano derecha de un ministro de enorme poder y, antes, chico para todo del jefe de fontanería de Pedro Sánchez en los tiempos en que el hoy presidente del Gobierno protagonizó la hazaña de echar de Ferraz a quienes previamente lo habían sacado a patadas a él.
Y ahí se presentó ayer Koldo García Izaguirre, natural de Barakaldo y con la vida hecha en Navarra, en una estancia de la llamada Cámara Alta que tenía como fondo la reproducción de una vieja noticia de prensa sobre la lucha de Clara Campoamor por el sufragio femenino a repetir el clásico de las películas de juicios: “Me acojo a mi derecho a no declarar”. La cosa es que no siempre fue capaz de mantenerse fiel al latiguillo. Fulano de sangre caliente, como tiene acreditado, varias veces se dejó llevar por las entrañas. “¿Todos ustedes me van a llamar cuando sea declarado inocente?”, se engoriló ante las preguntas envenenadas de un senador popular, después de lloriquear que ni él ni su familia pueden salir a la calle y que los medios de comunicación ya lo han declarado culpable. Encantado de conocerse, en otro momento aprovechó que un representante de EH Bildu se la dejó botando al preguntarle si había alguien que no tenía la conciencia tranquila para espetarle “No sé. ¿Tal vez ustedes?”. En resumen, todo más propio de una riña de portería o de taberna que de un órgano de fiscalización de las Cortes españolas. Quien creyera que se sacaría algo en claro de las comisiones puede abandonar toda esperanza.