En el mundo de la tele se producen de vez en cuando resurrecciones artísticas, que unas veces funcionan y otras fracasan estrepitosamente. Figuras que funcionaron y vuelven a encajar, o que se pegan castañazos profesionales y los arrumban en su vuelta a los platós. La segunda oportunidad funciona pocas veces, sea por comparación o por envejecimiento del modelo anterior. Ramón García, nuestro Ramontxu, es un profesional televisivo como la copa de un pino. Conocedor de los entresijos de radio y tele, su trayectoria se disparó con su participación en el Grand Prix, arranque de un modo de hacer tele cercano y sencillo. Su gran éxito se produjo en La 1 junto a Ana Obregón, formando pareja en ‘¿Qué apostamos?’. Grand Prix fue un concurso coral en base al enfrentamiento de dos pueblos, en la más rancia tradición carpetovetónica. La presencia de una vaquilla, eliminada en la presente edición por criterios ecológicos, puso un punto de animación al concurso. Se dice que la necesidad crea virtud y esto habría movido a los gestores de RTVE a desempolvar este mítico espacio que a tenor de los primeros resultados de audiencia ha despertado el interés de más de dos millones de seguidores. Pareciera que Ramontxu fuera, con todo respeto y cariño, el hijo deseado que todas quisieron tener, y que aplauden cualquiera de los programas que ha presentado a lo largo de su larga y fecunda vida profesional. Una carrera difícil, con momentos estelares que sabe explotar y agrandar y que ahora mismo goza de popularidad y reconocimiento a un luchador nato. La nueva experiencia televisiva con el horizonte interactivo de las redes sociales puede hacer peligrar popularidad, prestigio y trayectoria de te personaje.