Los nervios tienen una connotación negativa; aunque no necesariamente sean algo malo. El nerviosismo es muchas veces sinónimo de estar esperando el resultado de un trabajo realizado. Y estos días previos al último domingo de mayo hay muchos nervios. Por un lado, porque se celebran las elecciones municipales y por otro, porque se disputa la última jornada de la temporada. La última fecha liguera en Segunda División, con el ascenso del Glorioso en juego, pero también la última jornada de la División de Honor de Álava, en la que el Alipendi depende de sí mismo para lograr la permanencia después de una dura temporada.

Y sí, estoy nervioso, lo cual no sé si es muy buena señal teniendo en cuenta que soy el portero. Pero lo estoy porque han sido muchas semanas de entrenamiento, muchas horas de pasar frío y muchos ratos de aguantar lluvia desde que en agosto nos pusimos en marcha. Y nueve meses después, nos jugamos el resultado de la temporada en noventa minutos, ¡como para no estar nervioso! Dejaremos los nervios en el vestuario y saltaremos al campo con la confianza que da estar tan cerca del objetivo.

Y es lógico que a quien ha dedicado horas para preparar algo le preocupe el resultado que eso tenga. Por ello es razonable, y positivo, que haya políticos nerviosos por lo que salga de las urnas el domingo. Porque esos nervios querrán decir que le han dedicado horas y cariño a planificar la campaña, a pensar propuestas para sus vecinos y a preparar programas para hacer frente a los problemas de sus pueblos. Y, evidentemente, les preocupa que todo ese trabajo tenga un reconocimiento, y no lo hay mayor que obtener la confianza de los votantes. Pero en la política, como en el fútbol, no todo depende de uno mismo. Debemos ser conscientes de que en el resultado influyen muchos factores y que lo importante es saber disfrutar del camino. Por eso, quiero dar las gracias a mis compañeros y decirles que el próximo agosto, pase lo que pase el sábado, ahí estaremos otra vez.