Hace tiempo, cuando pregunté en redes sociales, por qué una copa de fútbol de España se iba a jugar en Arabia Saudí, se me contestó que por dinero. Tenían razón. Con ello me respondían a la segunda pregunta que tenía, y que no llegué a formular. Porque, claro, ¿por qué Arabia Saudí? Me refiero a que ya puestos a jugar la copa de un país en otro, daría igual que fuera en Arabia Saudí que en Tailandia o en Botswana. Pero claro, ni un país ni el otro tienen la liquidez que Arabia Saudí.

Según Amnistía Internacional, en Arabia Saudí se ejecutaron en 2022 a más de 140 personas, 80 de los cuales de una sola tanda. Las ejecuciones son con la horca o mediante decapitación y, además, son públicas. En Arabia Saudí, literalmente, puedes salir a darte un paseo, ir al cine, ir a tomar algo que no sea alcohólico (eso que ganan en salud con respecto a nosotros) y, si te mola, puedes ir también a las ejecuciones. Con esa banalidad violan el derecho a la vida. Con la misma banalidad con la que van a ver los partidos de fútbol de las copas de otros países.

El otro día, en rueda de prensa, preguntaron al entrenador del FC Barcelona acerca de la situación de los derechos humanos en Arabia Saudí. Respondió algo así como que por supuesto que hay cosas que mejorar, igual que en España. Y hay otros mensajes de otras personas del mundo del deporte que se encuentran allí y que van en la misma línea de banalidad. Banalidad del mal, que decía Hannah Arendt.

Me podrán decir, normal, si tienen que ir a jugar allí, no van a montar un lío. Ya, pero los intereses económicos no solo van por allí. También van por el hecho, también conocido, de que futbolistas en este caso, y muchos entrenadores, tienen un mercado en Arabia Saudita. Es que a los hombres de allí les mola el fútbol. Acaso también a las mujeres, pero eso será solo cuando y si les permiten ir a presenciar un partido. La imagen del fútbol queda bajo mínimos.

¡Qué poco me gusta el fútbol! Cada día menos.

@Krakenberger