Celda 211, La Comunidad, Los crímenes de Oxford, Las leyes de la frontera, Perfectos desconocidos, El niño, Las brujas de Zugarramurdi... es imposible resumir en pocas líneas el camino recorrido solo hasta ahora por Jorge Guerricaechevarría. La firma del guionista asturiano, y vecino de Gasteiz, es una referencia. Mientras sigue trabajando en nuevos proyectos, este lunes toma parte, en el marco de Komedialdia, en un encuentro especial con el público en el que se van a celebrar los 30 años del estreno de El día de la bestia, que escribió junto al director Álex de la Iglesia. El también cineasta Aitor López de Aberásturi será el encargado de presentar en los Florida la sesión y el posterior coloquio. Todo ello a partir de las 19.30 horas.
Sigue trabajando y además con mucho éxito. ¿No le pilla un poco lejos ‘El día de la bestia’?
–Me hace ilusión ver, a lo largo del tiempo, la importancia que para mucha gente sigue teniendo la película. Eso lo he podido comprobar en festivales y encuentros cinematográficos. Hay mucha gente, por ejemplo, en actos con guionistas, que se te acerca para decirte que ver El día de la bestia cuando era adolescente sirvió para decidir que se quería dedicar a esto. Eso es ilusionante. Ves que la película tiene sus seguidores y que tuvo también consecuencias para el propio desarrollo del cine en España.
Mucha comedia, pero la película tenía unas cuantas cargas de profundidad sobre la propia sociedad que hoy siguen vigentes, ¿no cree?
–Esa es una de las cosas que más me ha sorprendido cuando ahora he vuelto a ver la película. Y te diría que no para bien porque. En ese sentido, hubiera preferido que la película se quedase antigua. Sin embargo, lamentablemente, hay cuestiones de las que hablábamos en El día de la bestia que siguen presentes.
Ayer y hoy
Fue también la cristalización de una forma de hacer cine por su parte y la de Álex de la Iglesia que supuso un cambio en diferentes aspectos de la industria. Hoy el sector audiovisual en Euskadi está viviendo un gran momento, pero nada de esto sería posible sin, por ejemplo, lo que se vivió en aquellos años 90.
–En aquella época surgió toda una generación de directores en el País Vasco que luego ha tenido un desarrollo muy importante, empezando por Enrique Urbizu, Julio Medem, Juanma Bajo Ulloa... Era un momento en el que las escuelas de cine prácticamente estaban desaparecidas en España. Mucha gente empezó en el cortometraje y, con estilos distintos, fue dando pasos en un determinado momento. En realidad, no tenían mucho que ver entre sí, pero estaban cerca unos de otros y compartían esos años. A Álex y a mí, por ejemplo, nos alucinaba ver que Urbizu estaba rodando una película en Bilbao, nos parecía como algo fuera del mundo. Es decir, aquello estaba pasando aquí, en las calles de donde vivíamos cuando, en realidad, en aquel momento todo parecía que tenía que pasar por Madrid.
Salvo alguna excepción, lo que igual hoy están dejando un poco de lado los realizadores y las realizadoras de Euskadi es la comedia como tal.
–Sí, sí. Bueno, dentro de la comedia tampoco lo que nosotros hacíamos era una comedia muy formal, es decir, no era la típica comedia. A nosotros nos gustaba esa mezcla de géneros de la comedia con el cine de acción, por ejemplo. Habíamos crecido en ese cine club extraño que eran las salas de cine pero también la televisión de aquella época. Se notaba la influencia de directores como Spielberg, pero es que en casa estabas viendo también a Billy Wilder, John Ford, Berlanga, Azcona... Eso es lo que más costó a la hora de levantar El día de la bestia, convencer a los productores de que algo así, que no era una comedia al uso pero que tampoco era una película de terror al uso, podía tener un sentido y podía funcionar.
Un guión que marcó
Hubiese pagado dinero por estar en una reunión con un productor en la que ustedes le vendían una película que empieza con un sacerdote aplastado a propósito por una cruz.
–(Risas) Bueno, no contábamos exactamente eso. Una forma que a veces Álex tenía para hablar de la película era decir que era como El exorcista pero en Burgos. Era una producción que tenía mucho que ver con el cine de género que había venido de América pero que a la vez no quería imitar el cine americano ni pretendía ser una película americana, como había ocurrido muchas veces en el fantástico español. La verdad es que recorrimos con el proyecto casi todos los despachos de productores españoles hasta que llegamos a Andrés Vicente Gómez, que fue el único loco que quiso apostar por esa idea.
¿Un guión se cierra y se olvida o lo que supuso ‘El Día de la bestia’ le ha acompañado lo largo de su trayectoria?
–Una de las cosas que me gusta del trabajo del guión es que te metes en un universo X durante uno o dos años en los que estás viviendo con unos personajes y con una historia, para luego saltar a otra cosa que no tiene nada que ver y que es otra aventura. Pero, a la vez, te sigues alimentado de ideas como El día de la bestia. A mí me ha pasado más de una vez, pensar en una escena y tener claro que hubiera encajado muy bien en aquella película. Era una historia que se alimentaba mucho de esa visión que tenían dos chavales de Bilbao sobre su estancia en Madrid durante todo el proceso que supuso hacer nuestra primera película. Muchas de las cosas que pasan en el guión tenían que ver con cosas que habíamos vivido en la capital.