onocidas como cumbres del clima, las COP o Conferencias de las Partes, cuya vigesimosexta edición se celebrará en Glasgow entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre, constituyen el foro político de más alto nivel para hacer frente a la crisis climática. La COP26 pretende demostrar la urgencia y las oportunidades de avanzar hacia una economía neutra en carbono, así como el poder de la cooperación internacional para hacer frente a los retos más graves a los que se enfrenta el mundo. Será el mayor evento climático desde el Acuerdo de París de 2015. La última COP, celebrada en Madrid en 2019, terminó con muchos de los grandes problemas aún sin resolver. Desde entonces, nos hemos enfrentado a una pandemia mundial que nos ha mostrado los efectos devastadores de la falta de preparación y la interrelación entre nuestro planeta y las personas. Este verano hemos sido testigos de catástrofes naturales en todo el mundo que son un claro recordatorio de la realidad del cambio climático y ahora Europa sufre el impacto del fuerte incremento del precio de la energía.
Se han identificado cuatro objetivos clave para la conferencia: 1) Asegurar las emisiones cero a nivel mundial para mediados de siglo y mantener 1,5 grados de incremento de temperatura del planeta; 2) Adaptarse para proteger comunidades y hábitats naturales más afectados por el cambio climático; 3) Movilizar financiación para garantizar el cumplimiento de objetivos y 4) Trabajar desde la unión para cumplir los acuerdos alcanzados. Para cumplir los objetivos, los países desarrollados deberán recaudar como mínimo 100.000 millones de dólares en financiación para el clima todos los años. De no alcanzarse estos objetivos nos enfrentamos a un futuro desolador. Con 2 grados de calentamiento global el impacto para las personas y la naturaleza sería generalizado y grave. Casi todos los arrecifes de coral de aguas cálidas desaparecerían y el hielo marino del Ártico se derretiría por completo como mínimo un verano cada década, con un impacto devastador para la vida silvestre y para las comunidades que de ella dependen por el ascenso del nivel del mar. La Unión Europea desea predicar con el ejemplo, encabezando la lucha mundial contra el cambio climático. Desde hace años viene adoptando legislación medioambiental que se encuentra entre las más avanzadas del mundo y ha alcanzado sus objetivos anteriores de reducción de las emisiones. Este año, la UE ha renovado sus aspiraciones en materia climática en consonancia con el Acuerdo de París al comprometerse a recortar las emisiones al menos en un 55% de aquí a 2030 y hacer de esa meta una obligación jurídica a través de la Legislación Europea sobre el Clima. Como mayor contribuyente a la financiación internacional de la lucha contra el cambio climático, la UE está manteniendo su compromiso de facilitar financiación a los países en desarrollo con el fin de ayudarlos a afrontar los efectos del cambio climático e invita a otros países desarrollados a que aporten su propia contribución en apoyo de los países en desarrollo.
Tras la salida de Donald Trump de la Casa Blanca, el presidente Joe Biden ha devuelto a Estados Unidos al Acuerdo de París y ha hecho bandera de la lucha climática. Quiere recortar las emisiones contaminantes hasta en un 53% en 2030, respecto a 2005, llegar a cero emisiones a mitad de siglo y ha anunciado grandes inversiones para desarrollar sectores industriales sostenibles como la energía solar o el vehículo eléctrico. Por su parte, China ha anunciado que dejará de invertir en plantas de carbón en el extranjero. Es el primer emisor de CO2 del mundo desde 2006, pero su presidente, Xi Jinping, no viajará a Glasgow. En otras grandes economías desarrolladas también han proliferado nuevos compromisos: Japón se propone reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 46% para 2030, Corea del Sur aspira a la neutralidad climática en 2050 y Nueva Zelanda cuadruplicará su ayuda internacional contra la crisis climática. A Glasgow tampoco viaja Putin, pero Rusia cuarto emisor del mundo y gran productor de combustibles fósiles, aspira a reducir en un 79% las emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2050, respecto a 1990, y baraja la posibilidad de fijar la meta de cero emisiones en 2060. Los Países Menos Desarrollados, bloque que reúne a 46 Estados de África, Asia-Pacífico y el Caribe con más de 1.000 millones de habitantes, ponen el énfasis en la transición justa. Reclaman, en particular, un incremento de la trasferencia de fondos de las economías ricas a las pobres.