res, dos, uno... ¡Ignición! La lanzadera de satélites despega con el habitual estruendo desde el centro espacial de Foronda para poner en órbita su último sofisticado artefacto. La escena no está sacada de una peli futurista. En todo caso, la ciencia ficción se encuentra en la documentación del programa Euskadi Next, la carta a los Reyes Magos que el Gobierno Vasco ha enviado a Bruselas para pedir regalitos en forma de fondos europeos.
Eso sí, una quimera con un socio muy real, nada menos que Virgin Orbit, y con aspiraciones de muy altos vuelos. El partner de la alianza desde luego da juego: un avión de nombre Cosmic girl, una lanzadera bautizada como Launch one y programas espaciales tan sugerentes como Tubular bells. Todo suena casi tan friki como el propio dueño del tinglado. Porque detrás de todo se cierne la alargada sombra del inefable Richard Branson, el multimillonario más chalado de la galaxia.
Aunque su emporio de aviación comercial vuela ahora bajo por los devastadores efectos de la pandemia, el pobre hombre se ha buscado la vida. Por un lado, ha tirado de un clásico de todo potentado que se precie: pedir ayudas al Estado. Porque a estas alturas ya sabemos de sobra que, según el manual del rico, los beneficios son para la iniciativa privada pero las pérdidas las sufragamos a escote entre todos. Y, por otro lado, en una curiosa huida hacia adelante, se ha lanzado a su particular carrera espacial, en la que él mismo tiene previsto ponerse en órbita en un cohete de Virgin Galactic.
De la mano de este extravagante personaje puede iniciar Foronda su próxima aventura. Si como aeropuerto de pasajeros no termina de despegar y las mercancías no dan más de sí, ¿por qué no postularse como centro espacial? Así de loco está el mundo en el que vivimos. Foronda, tenemos un problema.