Antón Álvarez conoció al joven guitarrista Yerai Álvarez en una fiesta y se quedó completamente “enamorado” de él. Intrigado por su historia familiar, decidió rodar un documental sobre su vida a partir de una serie de composiciones que el músico ya tenía preparadas y que le han abierto el apetito a continuar su trayectoria como director.

En la propia película relata cómo conoció a Yerai, pero ¿en qué momento pensó que debería hacer un documental sobre él?

La película nació en el mismo momento en el que empecé a involucrarme en su proyecto. Él ya tenía una idea de que ello podía ser una película o unos vídeos relacionados con su disco, así que, en cuanto le conocí, nos pusimos manos a la obra.

¿Se llegó a grabar ese disco?

La idea original son las demos que él grababa, pero para nosotros la película es el disco. Todo lo que sucede en ella, las conversaciones, los espacios, la gente... es parte de la música. Y es una idea original que ya tenía Yerai.

El documental pivota todo el tiempo sobre un secreto que no se desvela hasta el final. ¿Tuvo claro que la historia debía avanzar en torno a ello?

Ese tema (un asunto que es mejor no desvelar hasta ver la película) es una pieza central dentro de todas las ideas y composiciones que él tenía. La película busca respetar cómo vivió él en su momento ese secreto. Hay conversaciones que no tiene hasta que se hace la película, pero la historia ya estaba pasada. Mi idea era que el espectador lo viviera de forma parecida a cómo lo había vivido él.

El documental habla de Yerai, pero también de otros asuntos como la confrontación entre el flamenco tradicional y el moderno o las relaciones entre gitanos y no gitanos.

No sé si es una película romántica al uso, pero es una película de amor. Del amor de una mujer, de una madre y de un hermano y, por supuesto, esas historias están ahí.  

Todo ello narrado, además, entre escenas musicales. ¿Qué referencias tuvo para rodarlas?  

Todas las piezas musicales son en directo y están grabadas como una especie de contestación a Flamenco, de Carlos Saura. Es una película que yo tenía como referencia, pero Yerai me llevo a conocer otro tipo de flamenco y otra forma de entenderlo, que va más allá de los que estamos fuera mirando desde fuera del escenario. Hay una propuesta formal de grabar mucho con cámara en mano, de hacerlo en una sola toma, de no repetir y de utilizar música en vivo e incluir todo lo que no es música como parte de ella. Todo lo que está sucediendo forma parte del concepto de cómo Yerai entiende el flamenco y cómo me lo traslada. Entre los dos encontramos la forma de cómo plasmarlo para que la gente lo sintiera así y en ello hay algo fundamental que es escucharlo en una sala de cine. Está pensado para vivir esa experiencia inmersiva dentro de la sala. La película seguirá viviendo porque tienen que hacerlo las canciones que ha hecho Yerai, pero escucharlo en una sala de cine es una experiencia nueva que no tiene nada que ver con lo que yo había hecho antes ni nada con lo que yo hubiese visto o escuchado en la música.

"Todas las piezas musicales son en directo y están grabadas como una especie de contestación a Flamenco, de Carlos Saura. Es una película que yo tenía como referencia, pero Yerai me llevo a conocer otro tipo de flamenco y otra forma de entenderlo"

¿Tenía claro que usted debía formar parte de la narración?

Sí, quería hacerlo. Me parecía natural no poner una cámara e intentar hacer algo aséptico como un documental informativo. Yo estoy implicado con la historia y quiero dejar claro que hay un punto de vista porque me estoy metiendo en la vida personal de la gente. Cada vez que haces un corte estás tomando partido y la mirada influye mucho sobre lo que estás contando. Luego está una cosa muy bonita que es mi enamoramiento con Yerai y también lo quería contar.

Esa decisión lleva a que el documental cuente también con varios momentos que provocan la risa y que imagino que no estaban buscados. 

Sí. Hay un latido profundo en la película que es cómo se pueden hacer cosas hermosas a partir de la tragedia y de una forma de sentir muy flamenca y la manera de tomarse la vida con la alegría de vivir. María (la madre de Yerai) para mí es un personaje espectacular dentro de la película y fuera de ella es absolutamente inspiradora. Tiene eso, que a pesar de todo, echando para adelante y levantando la cabeza, trata de disfrutar de la vida. Está muy bien que la película te haga reír con la misma fuerza con la que te hace llorar.

"Espero escribir un guion precioso, rodarlo y que Yerai me haga la música"

¿Le tentó en algún momento seguir grabándola más a ella?

Fue, de hecho, uno de los momentos clave. Me fasciné muchísimo por su padres y Yerai en un momento determinado me preguntó a ver dónde estaba la peli que íbamos a hacer. Fue todo un proceso. 

Tras hacer este documental, ¿se considera ya un director con todas las letras?

Creo que no hay etiquetas. ¿Cuándo empieza uno a ser músico o cuándo empieza a ser escritor? Uno ejerce de director cuando está haciendo una película. Estoy seguro con el cine y me gusta. Lo disfruto y los colegas de la profesión me han recibido de manera increíble. Estoy enamorado de esto.

¿Seguirá, por lo tanto, haciendo cine?

Espero que sí. Espero escribir un guion precioso, rodarlo y que Yerai me haga la música. Espero, sobre todo, poder seguir haciendo cosas bonitas.