Hay partidos en los que, siendo sinceros, las opciones de llevarse la victoria son muy reducidas antes del salto inicial. Por diferentes factores, Baskonia y Barcelona están firmando trayectorias antagónicas desde el inicio de la temporada. Un equipo armado hasta los dientes como el culé marcha colíder de las dos competiciones, apenas ha perdido tres partidos desde que se desataron las hostilidades, atesora un arsenal envidiable pese a sus tres sensibles ausencias en el perímetro (Calathes, Higgins y Abrines) y viene de tumbar al Efes a domicilio en un partido épico resuelto en la prórroga, por lo que su grado de confianza se encuentra por las nubes. Todo lo contrario que un maratoniano azulgrana en el que Neven Spahija tampoco está encontrando la pócima mágica para rescatarle del oscuro callejón en el que anda sumido a lo largo de estos fatídicos meses.

Las expectativas de rubricar una gesta en la Ciudad Condal son más bien reducidas, aunque no existe un escenario más glamuroso que el Palau para desquitarse y sacar por fin toda la rabia acumulada por culpa de tantos desengaños. Además, el Baskonia no está en condiciones de desaprovechar oportunidades en este calendario infernal dado que su presencia en la Copa del Rey de Granada sigue pendiendo de un hilo.

Tras la visita al gigante blaugrana, las siguientes jornadas son teóricamente asequibles, pero con los datos en la mano y viendo el ínfimo rendimiento alavés durante esta campaña ningún partido puede darse por ganado de antemano. Ni siquiera esos que se descontaban no hace mucho antes de que los árbitros lanzaran el balón al aire ante el efecto intimidatorio que generaba el Baskonia.

El plantel vitoriano regresa a uno de los escenarios donde recibió una cornada profunda el pasado 11 de noviembre en la Euroliga. Aquel hiriente 93-67, acaecido bajo la batuta de Dusko Ivanovic en uno de los últimos partidos del montenegrino al frente del equipo, dejó bien a las claras la superioridad de un Barcelona que incluso levantó el pie del acelerador en el último cuarto cuando Jasikevicius introdujo a los menos habituales en la pista.

Quizá la victoria en tierras catalanas sea una quimera en estos instantes, pero el Baskonia sí está obligado a hacer algo que no ha conseguido en los últimos tiempos salvo honrosas excepciones: competir, exhibir una cara belicosa y conservar el prestigio intacto. Jugadores en el ojo del huracán como Baldwin, Marinkovic o Nnoko pasarán una nueva prueba de fuego y otros como Giedraitis o el propio Fontecchio también necesitan incrementar un nivel muy por debajo de lo esperado.

la incógnita costello

Un aspecto que alienta algo de optimismo es el posible cansancio del Barcelona tras el mayúsculo esfuerzo que necesitó para tomarse el viernes la revancha ante el campeón de Europa. El cuadro catalán se impuso al Efes tras una prórroga en un partido donde Jasikevicius, con la rotación cogida con alfileres en la cuerda exterior, necesitó exprimir a sus principales buques insignia. Laprovittola -el exbaskonista ha encajado de forma magnífica en los esquemas del entrenador lituano tras las interrogantes que despertó su llegada-, Jokubaitis y Kuric están acumulando muchos kilómetros en sus piernas y quizás no estén muy frescos esta tarde.

Donde más diferencia existe en la actualidad hoy en día entre ambos equipos es, sin duda, en el juego interior, donde nadie conoce a ciencia cierta el estado físico de un Matt Costello convertido el pasado jueves en un espectador de lujo en el Zalgirio Arena. El regreso del poste nacionalizado costamarfileño se antoja básica para que el Baskonia pueda dar la réplica a una de las cuerdas interiores más poderosas del Viejo Continente. El crecimiento de Sanli, que vive el mejor momento de la temporada tras su reciente exhibición en Estambul, convierte al Barcelona en un aspirante más cualificado si cabe para todos los títulos.