Fue un sopapo a mano abierta. Sin contemplaciones ni paños calientes. Una de esas derrotas que no deja un regusto amargo ni debe escocer más de la cuenta por el cómo se produjo. El Real Madrid aterrizó con ciertas dudas en el Buesa Arena y dos horas después salió de él con el pecho henchido. Lo tuvo muy fácil ante un Baskonia que esta vez dimitió de su tarea de poner palos en la ruedas a la elevada velocidad de crucero puesta por el líder de la ACB desde los compases iniciales.

Más que un clásico al más alto nivel, fue un pequeño suplicio. No hubo noticias de ese grupo aguerrido capaz de agarrarse a cualquier partido por muy incómodo que sea. Ni rastro de ese voraz espíritu competitivo que le ha permitido esta campaña obrar algún imposible. La superioridad blanca careció de antídotos en las filas de un Baskonia pequeño, laxo y desconocido. El pavoroso miedo a Tavares lastró a un anfitrión sin argumentos de ninguna clase para competir. Nada más fallar Peters ese cómodo triple que pudo haber subido el esperanzador 63-66 al inicio del último cuarto, el TD Systems se desvaneció por completo y reincidió en sus errores de los albores del duelo al encajar un demoledor 0-16 que le envió directamente a la lona.

El corazón no siempre basta cuando no viene acompañado de una buena lectura de juego y enfrente aparece un tipo como Tavares. Condicionado para mal por la presencia del molino de viento caboverdiano, cuyas interminables aspas cerraron los caminos del aro visitante a los pupilos de Ivanovic, el Baskonia vivió una tormentosa tarde ante el Real Madrid. Un jarro de agua fría hasta cierto punto inesperado viendo el estado de ánimo de ambos protagonistas antes del salto inicial.

El equipo vitoriano vio frenada su escalada de triunfos en el frente doméstico por un líder inabordable y dispuesto a ajustar cuentas tras la última afrenta en la Euroliga. No tuvo más historia el partido que la atroz dictadura de Tavares, amo y señor ante la pasividad de un juego interior local en el que el paso al frente dado por Diop fue a todas luces insuficiente. La superioridad del africano en ambos aros empequeñeció hasta límites insospechados a un Baskonia de lo más apocado, escaso en cuanto a dureza y cuya respuesta física dejó bastante que desear tendiendo una alfombra roja para el lucimiento de los estiletes de Laso.

Nadie esperaba ver un Real Madrid tan altanero en el Buesa Arena, testigo de un ejercicio de impotencia por parte del Baskonia. El partido tuvo un guión completamente inesperado con el incontestable dominio del cuadro blanco, cuya sed de revancha quedó constatada desde el salto inicial y que abrió unas grietas desconocidas en el engranaje alavés.

La defensa azulgrana careció de contundencia, siempre llegó tarde a la hora de puntear los tiros rivales y se vio sobrepasada por el rodillo merengue. Tavares marcó territorio bajo los aros con la suficiencia que le caracteriza y el partido ya nació viciado con rentas muy holgadas a favor de los visitantes. Ni siquiera la aseada aportación ofensiva de algunas piezas de la segunda unidad, la reaparición de un notable Diop o las continuas permutas de Ivanovic en busca de un quinteto de garantías contribuyeron a nivelar las fuerzas en un partido de codos poco afilados.

No solo faltaron en las filas baskonistas grandes dosis de intensidad -Giedraitis y Peters estuvieron en el punto de mira por su ternura-, sino también la solidez atisbada en todas las facetas en los últimos tiempos y la célebre fortaleza mental para agarrarse al partido. La angustia de verse abajo tan pronto en el marcador pesó en el subconsciente de un Baskonia que no encontró ninguna rendija para soñar con la remontada.

Tavares destrozó a Jekiri y Fall consiguiendo levantar el muro habitual atrás, pero Laso también agradeció una pletórica versión del todoterreno Deck, la elegancia de unos renacidos Thompkins y Causeur o una solvente dirección tanto de Alocén como Laprovittola. El Baskonia tan solo vio algo de luz en cuanto Tavares y Deck recibieron el primer descanso en el banquillo en el segundo cuarto, pero sus intentos por revertir la superioridad madridista acabaron en agua de borrajas. Por ende, el tercer puesto de la fase regular vuelve a complicarse.