- Con 33 años y tras concluir una extensa etapa de ocho temporadas en el Barcelona, a Ante Tomic se le presentó el pasado verano la para él desconocida disyuntiva de tener que elegir un nuevo destino deportivo después de mucho tiempo asentado en el Palau Blaugrana. Reconocido como uno de los mejores pívots de Europa, con unos movimientos deliciosos en las cercanías del aro y un talento difícil de igualar a la hora de mover los pies dentro de la zona, las propuestas de la élite continental no le faltaron para seguir militando en un club de Euroliga. Pero el coronavirus ha cambiado mucho la manera de mirar al futuro de mucha gente; entre ellas, la del cinco croata. Perfectamente asentado con su familia en la Ciudad Condal, pesó mucho más la estabilidad de seguir en un entorno conocido que el reto de hacer las maletas y trasladarse en busca de nuevos horizontes en el máximo torneo continental. Por eso aceptó la oferta del Joventut. Un viaje de doce kilómetros, los que le han llevado del Palau Blaugrana al Olímpic y que le han permitido al gigante de Dubrovnik quedarse en el que se ha convertido ya en su hogar. Y en el de su mujer, Catalina, sus hijas, Anabela y Arija, y su perro, Papi, claves para entender su llegada a Badalona.

"Escogí el Joventut por el proyecto, la oportunidad de seguir jugando la ACB y, lo más importante, seguir viviendo en Barcelona. Es muy importante para mi familia y en este momento de mi vida es clave. Mis amigos me han felicitado por fichar por la Penya porque saben mi situación y me entienden. El confinamiento sirvió para reflexionar y valorar mucho las cosas que tienes. En la situación de no saber qué va a pasar este curso, decidimos que era la mejor opción. Mi familia pesa mucho. La situación que estamos viviendo con el coronavirus ha sido determinante", explicaba Tomic en una entrevista en Gigantes poco antes del arranque del curso.

De ser aspirante a todos los títulos -aunque en este sentido su carrera no haya sido tan prolífica como se podría suponer viendo los equipos por los que ha pasado, ya que su presencia en el Real Madrid y en el Barcelona no coincidió ni mucho menos con ciclos ganadores y en diez temporadas solo ganó una Liga- a convertirse en el referente de un club de cantera como el Joventut que está viviendo su resurgir desde que la familia Grifols asumiese el control del club y atajase con su inversión los problemas económicos que ahogaban a la Penya.

Desde sus 217 centímetros, ejerce, junto a otro recién llegado del Barcelona pero viejo conocido de la casa como Pau Ribas, un liderazgo desde el silencio que siempre le ha acompañado. Un ambiente familiar, también clave en su determinación de seguir residiendo en la Ciudad Condal. Padre en casa y también dentro de su nuevo vestuario.

En lo meramente deportivo, Tomic ha recuperado la condición de figura tras unos últimos años como segundo espada de grandes estrellas. Carles Duran le está dosificando y apenas le concede una media de más de veinte minutos en la ACB y la Eurocopa. Tiempo suficiente para ser el referente ofensivo del Joventut, con una eficacia tremenda en las cercanías del aro -por encima 60% de acierto en los lanzamientos, aunque con registros similares en uno de sus puntos negros de siempre, los tiros libres- y convertido otra vez en una amenaza tremenda desde el poste bajo y en la conexión con los bases.

El gigante que aún menor de edad abandonó Dubrovnik sigue destilando su magia en Barcelona, un hogar al que no ha querido renunciar.

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Ante Tomic es uno de los jugadores más laureados en la historia de la Copa del Rey merced a sus etapas anteriores en Real Madrid y Barcelona. Con el equipo blanco ganó el título en 2012 y con el culé lo conquistó en 2013, 2018 y 2019.