- Desde que ha regido en tres etapas distintas con puño de hierro los designios del Baskonia, sobre Dusko Ivanovic han corrido ríos de tinta acerca de una supuesta poca cintura táctica. De él se han dicho, entre otras lindezas, que está anclado en el pasado, que es demasiado cuadriculado a la hora de dirigir al equipo o agota a sus discípulos, tanto física como mentalmente, con la consiguiente falta de frescura en los tramos de la verdad.

Sin embargo, el técnico montenegrino no solo ha alimentado su leyenda en Vitoria a base de éxitos a menudo impensables, sino que casi siempre se encarga de desmentir dichas aseveraciones con determinaciones trascendentales desde el banquillo que posibilitan triunfos de su equipo. Y todo ello sin contar el crecimiento exponencial de varios jóvenes que, tras someterse a su férrea disciplina en la centrifugadora del Buesa Arena, se hicieron de oro tras firmar contratos multimillonarios en la NBA.

Quizá no sea infalible y, en ocasiones, no esté todo lo acertado que a la afición azulgrana le gustaría, pero Ivanovic es un trabajador incansable, nunca dice una palabra más alta que la otra para reclamar auxilio en forma de fichajes cuando llegan las temidas lesiones y contribuye de forma decisiva a la estabilidad del Baskonia con una profesionalidad intachable. Ser capaz de extraer el máximo jugo de una plantilla con un fondo de armario sensiblemente inferior al de otras en el Viejo Continente es un mérito que indiscutiblemente le corresponde al técnico con el que la entidad afincada en Zurbano ha izado tres entorchados ligueros.

La configuración de algunos quintetos en los partidos está resultando llamativa en los últimos tiempos y sigue un patrón muy definido. El de mantener en pista un equipo extremadamente poderoso en la vertiente física y también rebosante de centímetros que se le indigeste a los rivales. Frente al CSKA y no fue precisamente algo casual, Ivanovic quiso poner el listón muy alto en este sentido partiendo de inicio con cinco hombres de un tamaño espectacular y, por encima de otras consideraciones, muy versátiles.

El de Bijelo Polje apostó por su base más físico (Henry), colocó en las alas a Giedraitis y Polonara -dos jugadores polivalentes que se amoldan a distintas posiciones-, recurrió a su comodín Sedekerskis como permanente sombra de Shengelia en el cuatro y, por último, delegó su confianza en el puesto de cinco en Fall, cada vez más desequilibrante bajo los aros gracias a un ecosistema propicio para el aprovechamiento de sus virtudes.

Todo ello con un doble objetivo. Por un lado, efectuar los cada vez más imprescindibles cambios automáticos atrás en cualquier bloqueo y, por otro, neutralizar el poderío físico de un CSKA que se encontró con la horma de su zapato y acusó sobremanera las capitales ausencias de dos pilares indiscutibles (Hackett y Clyburn).

Un escolta made in Ivanovic como Dragic apenas disputó siete minutos en la mágica velada ante el gigante moscovita. El gladiador esloveno, por no hablar de un Kurucs cada vez más residual, se ha convertido en muchas ocasiones en el principal damnificado de la pretensión de Ivanovic de apostar por quintetos muy altos.

En momentos donde resulta necesario elevar la temperatura física o dar una vuelta de tuerca a la intensidad para hacer del TD Systems un conjunto mucho más fornido y rocoso, el balcánico también acostumbra a poner en liza el bautizado como triple poste con Peters, Polonara y cualquiera de los tres cincos en pista. El francotirador estadounidense es una amenaza permanente desde la línea del 6,75 y se compenetra a la perfección con el italiano, que puede percutir hacia dentro y además es un coloso en la pelea por el rebote ofensivo.

En definitiva, conejos de la chistera con el intransferible sello de un Ivanovic que agradece la presencia de jugadores susceptibles de desempeñar diferentes funciones dentro de un mismo encuentro. El mejor ejemplo de ello es Sedekerskis, un chico para todo cuyo crecimiento está resultando imparable desde el arranque de la temporada. Cuando muy pocos apostaban por un canterano encaramado al primer plano, el montenegrino ha conseguido hacer por fin del lituano un baloncestista cada vez más pujante y capaz de disputar minutos de calidad sin que la estabilidad azulgrana se vea resentida.

Contados rivales pueden contrarrestar un cinco con tantos centímetros como el formado por Henry, Tadas, Giedraitis, Polonara y Fall

El montenegrino también alinea durante muchos minutos al triple poste aprovechando la polivalencia de Peters y Polonara