- Las pocas dudas que podían existir acerca de la continuidad de Youssoupha Fall en el TD Systems Baskonia quedaron descartadas la semana pasada, cuando el director deportivo, Félix Fernández, aseguró que el gigante senegalés iba a seguir a las órdenes de Dusko Ivanovic. Eso sí, al tiempo que realizaba dicha afirmación, le reclamaba al pívot públicamente un paso adelante en su rendimiento después de una primera temporada en el Buesa Arena con pocas luces y un exceso de sombras que se oscureció aún más con la lesión que le impidió participar en la fase final liguera. En el club saben a la perfección que cuentan con una pieza que puede ser diferencial si acaba explotando porque los 221 centímetros de Fall marcan diferencias por sí mismos, pero es el propio cinco a quien se le reclama una mayor consistencia en su juego. Una parte de la ecuación en la que entra también un Ivanovic que tiene que demostrar que es capaz de adaptarse también a las particularidades de un jugador que, por sus características precisa de un ecosistema especial para su brillo. Aprovechar al gigante puede ser un factor diferencial para el Baskonia en la campaña venidera.
Aunque con cuentagotas y con mucha menos regularidad de la necesaria a estos niveles de exigencia, en su primer año como azulgrana Fall ya evidenció que puede marcar diferencias por la suma de su altura, cualidades físicas y capacidad técnica. Aunque el baloncesto camina hacia un estilo en el que los jugadores grandes cada vez son menos importantes, quien cuenta con unicornios como el senegalés sigue siendo un privilegiado. Siempre que sepa explotar sus virtudes y ocultar sus defectos. Ahí está, por ejemplo, la maestría de Pablo Laso al cincelar en Walter Tavares a un jugador diferencial, sobre todo desde el plano defensivo.
Falla también ha demostrado poder llegar a ser dominante. Pero muy poquito. Ha dejado en la retina algunas exhibiciones mayúsculas -la mayor, sus 19 puntos y 10 rebotes para 30 de valoración en solo 16 minutos ante el CSKA- y la sensación de poder masacrar a sus rivales desde su elevada atalaya -65% en tiros de dos durante la pretemporada y el mejor rango reboteador por cuarenta minutos en la Euroliga, con 14,23 rechaces-, pero también la inconsistencia de no poder mantener la regularidad en el tiempo, muchas veces por graves desconexiones mentales.
Ivanovic tiene por delante una labor de gran entrenador. La de quien sabe explotar al máximo las virtudes de un jugador de características peculiares y que tiene por sí mismo la capacidad de marcar diferencias como pocos otros. La experiencia de la pasada campaña señala que la confianza que depositó en el pívot en un primer momento se fue difuminando con el paso del tiempo hasta convertirlo casi en una pieza residual antes del parón.
Por el momento, se han producido variantes en la configuración de la plantilla que pueden ser beneficiosos para su estilo. El incremento de especialistas en el lanzamiento exterior es uno de ellos, pero, el principal, es la marcha de un Tornike Shengelia cuyo baloncesto estaba centrado en atacar el aro, lo que en muchas ocasiones conducía a una superpoblación de jugadores en la zona. Con tiradores y la presencia de un cuatro con mucha tendencia a jugar abierto como Alec Peters, los espacios en la pintura van a ser enormes y Fall puede ser uno de los principales beneficiados.
Pero no solo en el ataque debe ser una pieza importante, sino que sus enormes brazos también pueden ser decisivos en defensa. Y ahí es donde se tiene que notar la capacidad de adaptación de un entrenador que, tradicionalmente, ha tenido bastantes problemas para acoplar a los gigantes a su estilo. Por mucho que Fall sea bastante rápido para su altura, con Ivanovic los cincos que mejor casan son los que tienen mucha velocidad para ejecutar sus movimientos y recuperar la posición tras las ayudas. Fabricio Oberto, Tiago Splitter o, más recientemente, Ilimane Diop han casado a la perfección con ese estilo al que otros gigantes, con el ejemplo más claro de Andrew Betts, no se adaptaron.