- ¿Cuáles serán las consecuencias del coronavirus en el baloncesto continental? Es la pregunta que se hacen estos días los buenos amantes de este deporte, por un lado huérfanos de las canastas que les levantaban cada semana de los asientos y por el otro expectantes ante un futuro repleto de sombras. Si uno repasa las declaraciones de muchos dirigentes desde el estallido de la emergencia sanitaria, no cabe duda de que la burbuja de salarios astronómicos y fichajes rimbombantes de los últimos tiempos que han hecho de la Euroliga un torneo fascinante y rebosante de glamur se verá pinchada durante la próxima temporada.

Los daños de la pandemia todavía no han podido cuantificarse con exactitud a nivel económico, pero las estructuras financieras de los grandes transatlánticos del Viejo Continente ya se están viendo sacudidas por el impacto y el drama de una crisis jamás vista. El drástico descenso de ingresos siembra dudas sobre el presupuesto con que los equipos afrontarán los proyectos venideros. La creencia generalizada en los despachos es que reponerse de los perjuicios derivados de esta catástrofe a nivel mundial costará lo suyo e implicará sacrificios.

Ni siquiera en el escenario más halagüeño de todos, es decir que la Euroliga pueda reanudarse en el mes de julio en una ciudad europea todavía por determinar, recibirán algo de aliento unas arcas muy tocadas que deberán hacer ejercicios de ingeniería para salir de un trance para el que no estaban preparadas.

Altos directivos de clásicos asiduos en la fiesta de la Final a Cuatro de la Euroliga, que se movían entre una horquilla de 20 y 40 millones de euros por campaña, ya han salido a la palestra para reconocer que deberán poner freno a este derroche tan generoso y reducir los costes de sus plantillas hasta unos límites más razonables. Y es que la desbandada de muchos patrocinadores golpeados por la pandemia que aportaban significativas cantidades de dinero y la pérdida de facturación en áreas como el ticketing obligarán a tomar medidas traumáticas. El baloncesto, en definitiva, no escapará de los peligros que azotarán a la sociedad cuando esta pesadilla concluya.

El CSKA de Andrey Vatutin, por ejemplo, ha perdido ya el inestimable apoyo de la aerolínea Aeroflot que le permitía viajar en vuelo chárter a todos los rincones europeos y sostenía su entramado gracias a una aportación colosal: cuatro millones de dólares anuales. El general manager del Anadolu Efes, Alper Yilmaz, admite que la pérdida se ingresos se situará en un 27-28%. Pese al respaldo de holding de sociedades más importante de Turquía, los cerveceros también deberán atarse el cinturón y una renovación estratégica como la de Shane Larkin se encuentra en entredicho.

La lista de clubes afectados por el virus es, desde luego, interminable. El Maccabi, quien más recauda por la venta de entradas junto al Zalgiris, dejará de facturar por este motivo alrededor de 10 millones de euros si -como así parece- la próxima temporada se inicia sin público en las gradas. Maurizio Gherardini, el arquitecto del Fenerbahce, ha puesto el grito en el cielo al afirmar que "el coronavirus nos ha dejado sin aliento", sin especificar eso sí cómo afectará la pandemia a la construcción de la próxima plantilla.

En Grecia la situación promete ser igual de angustiosa. Olympiacos y Panathinaikos, a quienes la sombra de los impagos persigue desde hace años, también perderán competitividad con un 50% menos de ingresos. El Barcelona ya ha empezado a rebajar una masa salarial por las nubes con el adiós de Malcolm Delaney y descarta contar en el futuro con una plantilla de 15 efectivos como hasta ahora. Posiblemente sean los clubes con un adinerado mecenas detrás como el Valencia (Juan Roig), el Armani Milan (Giorgio Armani) o el Asvel Villeurbanne (Tony Parker) quienes mejor vayan a resistir las embestidas de esta emergencia sanitaria.

El acuerdo alcanzado semanas atrás con el sindicato que agrupa a los jugadores (ELPA) para el recorte de sueldos -si la competición se reanuda, estos percibirán el 85% del salario base antes del 15 de agosto- tiene visos de no ser suficiente. De cara a la temporada venidera ya está encima de la mesa una posible renegociación de muchos contratos a todas luces inasumibles. Las cifras desorbitadas con que algunos clubes sedujeron a jugadores carne de la NBA amenazan con pasar en breve a la historia y se habla abiertamente en algunos círculos de la posibilidad de establecer un límite salarial -al estilo de lo que sucede en Estados Unidos- con el fin de no comprometer la estabilidad de los proyectos.

Así lo hizo público recientemente Nebojsa Covic, el díscolo presidente del Estrella Roja que incluso deslizó la opción de que se paralicen todos los fichajes planeados por las direcciones deportivas antes de la pandemia. Esta contención del gasto forma parte de las reglas del Fair Play financiero introducido por Jordi Bertomeu en los últimos años con el objetivo de que los clubes no gasten por encima de sus posibilidades, aunque por todos es sabido que muchos privilegiados han hecho caso omiso a esa recomendación.

La inflación vivida en los últimos años en materia de fichajes ha dejado, por ejemplo, al Baskonia en una situación cada vez más delicada para seguir en la cresta de la ola. Si bien es cierto que Josean Querejeta ha podido sostener el altísimo sueldo de su principal estrella (Tornike Shengelia) gracias en parte al dinero procedente de los derechos televisivos del fútbol, la mayoría de jugadores azulgranas no se encuentra ni de lejos entre los mejor pagados de la máxima competición.

Una lista que encabezan ilustres estrellas como los barcelonistas Nikola Mirotic y Cory Higgins, los madridistas renovados a precio de oro Facundo Campazzo y Walter Tavares, Alexey Shved (Khimki), Shane Larkin (Anadolu Efes), Nando de Colo (Fenerbahce) o Mike James (CSKA). Está por ver cómo reaccionan a la opción de que sus honorarios se vean menguados en el futuro. En definitiva, muchas preguntas en el aire y pocas respuestas convincentes en un momento donde el baloncesto ha pasado a un segundo plano en la vida y las esperanzas de que la Euroliga vaya a reanudarse son cada vez menores.

La masiva desbandada de patrocinadores y la pérdida de ingresos de ticketing echan más leña al fuego de la incertidumbre existente

Los clubes estudian fijar un límite salarial y abogan por la renegociación de unos contratos inasumibles de cara a la próxima temporada