El impresionante Zalgirio Arena acometió anoche una inesperada reforma estructural. Y, para desgracia de su propietario, la empresa encargada de llevarla a cabo respondió al nombre de Kirolbet Baskonia. Una firma que demostró su espectacular habilidad para construir contrarreloj un muro prácticamente impenetrable. De una solidez a prueba de bomba. Y es que eso fue con lo que se dio de bruces una y otra vez el combinado de Sarunas Jasikevicius cada vez que trataba de llevar la pelota hasta la canasta azulgrana.
Un objetivo que se convirtió en misión imposible para los locales durante gran parte de la contienda. La escuadra de Zurbano puso en práctica una defensa de máxima eficacia con la que, poco a poco, fue asfixiando a un oponente que no encontró la manera de generarle alguna pequeña grieta por la que colarse. Incluso en el cuarto inicial en el que el dominio absoluto del rebote (11/5 al final de esos primeros diez minutos) le permitió al Zalgiris mantener el equilibrio, cada canasta verde debía ser sudada de lo lindo.
Un esfuerzo que se multiplicó exponencialmente con la entrada en el parqué de dos hombres que partieron desde el banquillo azulgrana. Porque si bien es cierto que el trabajo defensivo baskonista fue notable a nivel colectivo, no puede ocultarse que hay un par de nombres propios que merecen una mención especial. Se trata en concreto del interminable Fall y Pierria Henry. La enorme intimidación del primero y los robos generados por las manos rápidas y la intensidad del segundo se convirtieron en la dinamita que terminó por hacer saltar por los aires las esperanzas lituanas.
Porque pese a que su estadística no lo refleje -acabó con unos pobres tres de valoración en los casi dieciocho minutos que estuvo en pista-, lo cierto es que el pívot fue absolutamente determinante en el encuentro. Su sola presencia en la zona consiguió condicionar el juego ofensivo local y los cinco tapones que colocó le permitió provocar el pánico en todos sus oponentes cada vez que se acercaban a sus inmediaciones.
Pero no solo en la pintura hizo sangre el combinado vitoriano. También en el exterior llevó a cabo una incansable labor de desgaste sobre su rival, consiguiendo gracias a ello unos cuantos ataques extra. Y fue en esta tarea precisamente donde brillo un intenso Henry. El base estadounidense destapó como un especialista en la presión sobre sus pares, lo que le llevó a robarles la pelota en varias ocasiones y provocarles pérdidas del balón o malas elecciones en los pases en muchas más.
Sobre estos cimientos, el Baskonia pudo construir con mucha más facilidad un ataque que, sin brillar especialmente, resultó más que suficiente para superar los escasos 58 puntos que le consintió a su oponente. Si el Kirolbet es capaz de trasladar el muro que construyó ayer en Kaunas a otros escenarios, no será a buen seguro la última vez que obtenga tan jugosa recompensa.