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Una rotación muy corta. Poco o nada se le puede reprochar ni al Baskonia ni al técnico croata, incapaz de hacer milagros con un equipo tan corto de efectivos. Ni Diop ni Jones volvieron a entrar en sus planes en el cuarto partido, lo que sumado a las bajas de Janning y Granger impidieron mantener el nivel de frescura. El CSKA se encuentra en otra dimensión pese a ser más débil que en años anteriores.
vitoria - Ocho descorazonadores minutos de apagón ofensivo en el último cuarto en los que el aro ruso se volvió más diminuto que nunca y el CSKA resucitó de la tumba para endosar un parcial de 0-15 que supuso el fin de trayecto para el Baskonia en esta Euroliga. Ahí se esfumaron las últimas esperanzas para forzar un desempate en el Megasport Arena que merodeó con fuerza durante muchos minutos ante el encomiable despliegue físico del equipo vitoriano, vacío de fuerzas a la hora de la verdad y víctima del interminable arsenal ruso en el perímetro con un Nando De Colo nuevamente disfrazado de verdugo.
Tocará ver la Final a Cuatro más deseada por la televisión, pero ello no empaña la formidable trayectoria continental de un Kirolbet que hasta el último día ha competido de forma dignísima hasta en las más adversas circunstancias. Extraer más jugo a un grupo cogido con alfileres ha resultado imposible mientras las altas esferas se empeñaron durante meses en dejar pasar el tiempo sin reforzar una plantilla carcomida por las lesiones. La velada fue un fiel reflejo de lo que ha sido esta Euroliga: un equipo entregado y comprometido que se quedó sin fuerzas en el epílogo tras facturar un baloncesto de alta escuela durante tres cuartos.
La máxima competición continental bajó ayer la persiana para un maratoniano azulgrana todo pundonor y corazón pero nuevamente falto de gasolina en el momento de la verdad. Una monumental parálisis ofensiva echó por la borda todo el trabajo. No funcionaron ni las piernas ni tampoco la cabeza, repleta de dudas en cuanto el CSKA echó el aliento en la nuca de la mano del elegante De Colo. No hubo salvadores que se echaran el equipo a la espalda, los bases no dieron una a derechas -especialmente el renqueante Vildoza-, Hilliard falló más que una escopeta de feria y el desfondamiento físico hizo el resto.
de colo dinamita la velada Tras verse siempre por debajo en el marcador con desventajas superiores a la decena de puntos, Itoudis puso toda la carne en el asador. El técnico griego prescindió del Chacho, colocó a De Colo al mando de las operaciones, apostó decididamente por el binomio Higgins-Clyburn y también encontró en Bolomboy al faro que minimizó el impacto de Poirier bajo de aros. El esperanzador 66-56 constituyó la antesala de un caótico final. Mientras el Baskonia encadenó error tras error y seleccionó pésimamente todos los ataques, el mago francés desplegó su exquisito talento para guiar un parcial de 0-15 que dejó la velada vista para sentencia (76-87). Fue un pequeño baño de realismo para un Buesa Arena que pasó del éxtasis por contemplar a un Baskonia enchufado a la frustración derivada de un desmoronamiento hasta cierto punto lógico por la rotación tan escasa y el escaso punch de jugadores básicos.
Pese a la baja de Janning que redujo la pólvora azulgrana, la cuarta entrega discurrió casi siempre por derroteros favorables al Baskonia, sin la mochila pesada de tener que remar contracorriente desde el salto inicial y que en esta ocasión llevó la delantera en el marcador gracias a un baloncesto de muchos quilates. La abrumadora superioridad interior tejida por Shengelia, Voigtmann y Poirier marcó el devenir del encuentro. El georgiano destrozó a todos los cuatros del CSKA y el propio Hines con su excelso juego de pies en el poste bajo. En el caso del francés, sus continuaciones con los bases y su volcánico juego por encima del aro también permitieron facturar muchas canastas al conjunto vitoriano.
Hasta su resurrección en el tramo final, el CSKA fue más de lo mismo en otra velada donde dejó entrever la fragilidad de su coraza. En el segundo cuarto, presidido por el incesante tiroteo exterior de un Garino en estado de gracia, manó sangre sin cesar. Solo se sostuvo mínimamente en pie gracias al talento de De Colo y los chispazos de Higgins. Itoudis ordenó continuos cambios automáticos en defensa y rebuscó en su banquillo en busca de soluciones para capear el vendaval Poirier, pero casi ninguna de las teclas tocadas por el técnico griego parecía alterar el dominio local.
Sin embargo, los triples rusos en la recta final del tercer cuarto metieron el miedo en el cuerpo al Baskonia y anticiparon el desplome. Fue una especie de mal presagio que terminó por confirmarse más tarde con un anfitrión completamente bloqueado. El equipo azulgrana, eso sí, murió con las botas puestas. Nada que reprochar a unos guerreros que recibieron el consuelo de una grada que, en días así, se muestra orgullosa por tener un equipo en la élite.
Apagón. El Baskonia llegó a manejar rentas superiores a la decena de puntos y encaró el último cuarto con una pequeña ventaja (76-72), pero su escasa frescura le impidió mantener el volcánico ritmo del CSKA. Un devastador parcial de 0-15 enterró las últimas esperanzas de forzar el desempate.
De Colo, de otro planeta. El virtuoso francés -ayer decisivo como base- volvió a disfrazarse de verdugo en el cuarto partido. Su sobresaliente repertorio ofensivo fue comiendo paulatinamente la moral de un Kirolbet todo pundonor y superior en el juego interior pero también escaso en cuanto a efectivos y vacío de fuerzas en el epílogo.
Perfectamente alimentado por los bases y letal con su juego aéreo, fue decisivo en los tres primeros cuartos con un diáfano dominio interior. Sin embargo, llegó fundido al epílogo.