El baloncesto moderno, con cada vez menos espacios disponibles, parece haberse inclinado definitivamente hacia el exterior y el rango de lanzamiento de los jugadores cada vez es más amplio. Como consecuencia ya apenas sorprenden los tiros convertidos desde cerca del centro del campo y no son pocas las voces que reclaman la implantación de canastas de cuatro puntos. Sin embargo, de vez en cuando, todavía aparece algún pequeño reducto de básket de la vieja escuela. Y precisamente en este estilo vintage fue en el que se apoyó fundamentalmente el Kirolbet Baskonia ayer para conseguir su victoria sobre el Manresa.
Acostumbrado a acabar los encuentros con prácticamente el mismo número de triples que de canastas de dos puntos, el equipo cambió de rumbo drásticamente. En parte por voluntad propia pero también empujado por la falta de acierto desde la larga distancia que le persiguió durante los cuarenta minutos. El plantel de Velimir Perasovic tuvo la inteligencia de, en lugar de insistir en un camino que parecía vedado, buscar una alternativa y de esa exploración surgió el argumento que le aupó al triunfo.
Basta un simple vistazo a las estadísticas finales del duelo para comprobar el gran peso que tuvo el juego interior azulgrana en el desenlace de la contienda. Nada menos que 56 de los 82 puntos anotados por el Baskonia llegaron desde dentro de la zona. Unos más que sólidos cimientos en la pintura que, evidentemente, sostuvieron a la escuadra vitoriana y terminaron por permitirle asestar el golpe de gracia al siempre rocoso Manresa. Una circunstancia que no deja de ser curiosa teniendo en cuenta la más que sensible baja de Shengelia.
Lo más interesante de todo, además, es que esta anotación no llegó únicamente de los jugadores interiores sino que también los exteriores se acercaron hasta el aro para convertir sus canastas. Así, entre Voigtmann -nuevamente destacado-, Poirier y Diop anotaren 43 puntos (15, 18 y 10 respectivamente) pero otros trece los firmaron integrantes de la cuerda externa.