Vitoria - Tadas Sedekerskis acumula varias temporadas en las que amaga pero no termina de golpear como la más firme promesa surgida de la cantera baskonista en los últimos tiempos. Tras despuntar con su selección en las categorías inferiores, se le adivinaba cierto potencial para erigirse algún día en un pilar importante del Kirolbet, si bien el alero lituano se mantiene estancado y no desaparecen las incógnitas respecto a lo que puede dar de sí en un futuro no muy lejano. Ni el jugador acaba de explotar con la celeridad esperada ni el propio club parece darle tampoco la confianza imprescindible al acometer grandes refuerzos en su demarcación. Y todo ello después de una ampliación de contrato hasta junio de 2022 que denotaba las enormes esperanzas depositadas en su porvenir.

Entre los deberes pendientes para cerrar definitivamente la plantilla 2018-19, se mantiene la indefinición respecto a este alero de 20 años que sigue sin derribar la puerta y tiene ante sí un horizonte tenebroso en caso de permanecer a las órdenes de Pedro Martínez. Algo que tiene serios visos de producirse dado que, desde hace días, acelera su puesta a punto en la centrifugadora del Buesa Arena bajo la estrecha supervisión del moldeador azulgrana Iñaki Iriarte.

Cabe recordar que Sedekerskis debió poner de forma prematura punto y final a su cesión en las postrimerías del pasado curso en el Nevezis de su país natal debido a una lesión lumbar, de ahí que quiera estar en perfectas condiciones físicas para convencer al técnico catalán en la pretemporada. Ajeno a todo lo que rodea a su futuro, el alero nacido en Nida trabaja sin desmayo a la espera de que quede definida, presumiblemente para bien, su permanencia en una plantilla donde la competencia crece hasta unos límites peligrosos en la cuerda exterior.

Y es que, como no podía ser de otra forma en su intento de conformar el grupo más competitivo posible de cara al asalto a la Final Four del año que viene en el Buesa Arena, el Kirolbet se está reforzando con doses y treses de campanillas que amenazan un curso más con poner nuevos palos en las ruedas de la progresión de Tadas, cuya evolución se ha ralentizado más de lo debido y al que le aguarda un arduo trabajo por delante para hacerse un hueco en un conjunto de altos vuelos como el vitoriano.

Transcurre el tiempo y, en contra de la creencia generalizada hace dos o tres años en las oficinas del Buesa Arena, no se atisba un halo de luz por el que creer que Sedekerskis puede llegar a erigirse en un jugador de la máxima enjundia a medio-largo plazo. El exterior lituano recibió el visto bueno para integrar el Baskonia en la campaña 2016-17, pero sus apariciones se produjeron con cuentagotas con Sito Alonso en el banquillo. Sus fogonazos en la pelea por el rebote o la buena predisposición defensiva contrastaron con una sorprendente timidez en ataque, donde se le vio coartado y sin ánimo alguno de asumir responsabilidades en los contados minutos de que dispuso.

A un año de la finalización de su contrato en 2018, el Baskonia accedió el pasado verano a su petición de ser cedido en busca de continuidad. Su llegada al San Pablo Burgos se entendió como una magnífica oportunidad para que pudiera reivindicarse, pero esos meses de militancia a las órdenes de Diego Epifanio resultaron un pequeño calvario debido a su sonada falta de protagonismo. La entidad azulgrana cortó rápidamente por lo sano y Sedekerskis competiría los meses siguientes en un entorno ideal como el Nevezis, a pocos kilómetros de su hogar natal y donde mejoró sus números en el torneo doméstico y la FIBA Europe Cup.

En Vitoria deberá acreditar a partir del próximo ejercicio una mentalidad de hierro para superar las posibles adversidades y no venirse abajo, sobre todo si queda fuera de las convocatorias de Euroliga. En la ACB, será un fijo. Al margen de tener por delante a cuatro exteriores (Janning, Hilliard, Shields y Garino), Tadas también puede verse perjudicado por la presencia al mismo tiempo de dos bases.