vitoria - Ni el más acérrimo de los seguidores baskonistas podía haber vaticinado allá por noviembre del año pasado que, en plena caída a los infiernos y con un rumbo completamente extraviado, el Kirolbet Baskonia sería protagonista hoy de una de las cuatro eliminatorias previas a la disputa de la Final Four. El arranque de competición fue tan nefasto que muchos se hicieron a la idea de que el equipo vitoriano se convertiría esta temporada poco menos que un convidado de piedra en una competición tan exigente donde firmar cuatro derrotas de una tacada en los albores constituye una condena prácticamente definitiva para las aspiraciones de cualquiera.

Si algo bueno tiene el nuevo e interminable formato de la Euroliga es que deja el margen suficiente como para abandonar la Unidad de Cuidados Intensivos en la que se encontraba sumido un colectivo deprimido y huérfano de confianza. Se marchó Pablo Prigioni, aterrizó en su lugar Pedro Martínez y esa radical transformación ha colocado al Baskonia en el selecto grupo de elegidos por undécima ocasión en las catorce ediciones que se llevan transcurridas del Top 8.

Muchos meses después, el sueño de estar presente entre los días 18 y 20 de mayo en el Kombank Arena de Belgrado vive esta tarde-noche su primer capítulo en el Ulker Sports Arena, escenario del asalto inaugural entre un Baskonia sin nada que perder y un Fenerbahce sobre el que está colgado el cartel de favorito. Por presupuesto, ventaja de campo, etiqueta de vigente campeón de la Euroliga e incluso amplitud de plantilla tras la baja de Jayson Granger en las filas azulgranas, el favoritismo recae claramente en el robusto ogro turco, que además cuenta con el as en la manga de la infalibilidad de Zeljko Obradovic en este tipo de eliminatorias.

Sin embargo, antes del salto inicial en Estambul deben estar desterradas del diccionario las palabras miedo o derrota. Con una dilatada experiencia a sus espaldas y el aval de un apoteósico mes de marzo, el Baskonia acude a tierras otomanas con la esperanza de ganar, al menos, un partido que le permita neutralizar la desventaja de campo y sentenciar al amparo de sus aficionados el pasaporte hacia su sexta Final a Cuatro de la historia.

La empresa no se antoja para nada sencilla. Y es que los vitorianos no han sido capaces de ganar esta temporada en ninguno de los santuarios más imponentes del Viejo Continente. El Ulker Sports Arena será una olla a presión para llevar en volandas a sus pupilos hacia un 2-0 muy difícil de ser remontado.

una ausencia sensible Para sorprender a un anfitrión armado hasta los dientes en todas las demarcaciones, convertido en un muro de hormigón con la defensa más granítica de Europa -el Fenerbahce ha recibido en la fase regular una media de 73 puntos- y con un entrenador capacitado para sacarse cualquier conejo de la chistera que cambie el devenir de un partido, el Kirolbet Baskonia deberá cuajar una actuación perfecta.

A nadie se le escapa que todo deberá salir a pedir de boca a la hora de profanar el templo otomano: la eficacia de las posibles defensas alternativas que plantee Pedro Martínez, un elevado acierto exterior, la solvencia de una dirección de juego diezmada por el esguince de tobillo de Granger, el mal día de las estrellas locales, un arbitraje poco lesivo que no se deje intimidar por el caliente ambiente de las gradas...

Precisamente la ausencia del directo de juego uruguayo ha dejado al entrenador catalán sin un elemento fundamental para intentar minimizar la clara ventaja física del Fenerbahce, al que la enorme complexión física de casi todos sus integrantes le permite conformar quintetos rebosantes de centímetros y realizar continuos cambios automáticos en defensa.

A priori, será un choque entre dos estilos opuestos: el vértigo y el dinamismo azulgrana percutirán contra la parsimonia y la rigidez táctica de un anfitrión con una coraza indestructible. El Kirolbet Baskonia ya sufrió en la doble confrontación de la fase regular la extrema solidez del vigente campeón, un colectivo rocoso a más no poder que cuece a fuego lento las veladas y va erosionando las fuerzas rivales mediante un asfixiante nivel de intensidad.

Los vitorianos amasaron buenas ventajas durante muchos minutos, pero vieron enterradas sus esperanzas, tanto en Vitoria como en Estambul, al fundirse sus plomos y maldecir la falta de oxígeno en el epílogo. Por tanto, el objetivo de Pedro Martínez residirá en intentar que el equipo llegue lo más fresco posible a los minutos de la verdad con el fin de evitar otro desenlace fatídico.