Vitoria - La historia del Baskonia está salpicada de nombres de jugadores que en su paso por Vitoria han ido dejando huella con su juego y personalidad. En el caso de Abdul Jeelani, fallecido ayer a los 62 años, su presencia en un incipiente equipo que aspiraba a dar el salto a la elite sirvió para conocer las virtudes del baloncestista que encandiló a la afición con su peculiar juego y, con Larry Micheaux, formó una de las parejas más añoradas entre 1985 y 1987. Exhibió Jeelani una demoledora puntería para martillear la canasta rival con una media de 24,1 puntos y 8,5 rebotes en el año y medio que vistió la camiseta verde y azulgrana del Caja de Álava. Ya en su estreno como baskonista, un 2 de noviembre de 1985, facturó en la cancha del Licor 43, un total de 32 puntos, 14 rebotes y cinco tapones en 38 minutos de juego. Las dos temporadas que estuvo en Vitoria, el Baskonia logró clasificarse para las eliminatorias por el título y con Jeelani como bandera se disputaron por vez primera unos cuartos de final.
Fue Jeelani un jugador con doble vertiente que tuvo su vida más allá de las canchas y en la que poco a poco se fue degradando con oscuros episodios de dramas familiares, personales y sociales hasta el punto de parecerse muy poco al gran jugador de baloncesto por lo que será recordado en Vitoria. Tras tocar fondo en 2011 y llegar a frecuentar albergues para los sintecho en Italia logró ser rescatado a tiempo para dar el volantazo definitivo a su vida y enfocarla hacia los proyectos sociales y de ayuda hacia los más desprotegidos como gran voz de la experiencia para recordar lo que no se debe hacer para caer en la marginación.
de 1985 a 1987 Recaló en la capital alavesa en 1985 con la temporada ya iniciada, como relevo de Willie Simmons, con la singularidad de ser el primer jugador musulmán que vistió la camiseta del entonces Caja de Álava. Dejó atrás su personalidad de Gary Cole para abrazar los dictados del profeta Mahoma a finales de los años 70. Su espigada figura, 2,04 metros, auguraba un talentoso jugador de baloncesto que en su Universidad de Wisconsin-Parkside, batió marcas en los cuatro años que estuvo allí. Lideró apartados históricos como los de puntos anotados, 2.262, rebotes, 1.237, y fue uno de los mejores jugadores universitarios. Las credenciales eran inmejorables para llamar a las puertas de la NBA y fue requerido en 1976 por los Cleveland Cavaliers, con el número 50. No llegó a debutar en esa franquicia y si logró su sueño con la camiseta de los Detroit Pistons en los que militó una campaña. Jugador inquieto y con ansias de probar nuevas experiencias se aventuró a cruzar el Atlántico con una breve parada en Suecia que le brindó su oportunidad de conocer el baloncesto europeo. De ahí llegó al salto a Roma con dos temporadas en las que se abonó a unas medias de 30 puntos y 10 rebotes. Los ojeadores americanos le volvieron a tentar y convencer para hacer el camino de regreso a Estados Unidos. En el curso 1979-80 juega en Portland y la campaña siguiente lo hace en el estreno de los Dallas Mavericks en la NBA. Allí se gana su pedazo de gloria en la ciudad tejana al lograr convertir la primera canasta de la franquicia en la mejor liga del planeta. Al final de ese año antepone los motivos religiosos para abandonar Dallas y emprender otra aventura en Italia en el conjunto de Livorno después de 143 partidos disputados en la NBA. Fueron cuatro años en los que se convirtió en el héroe de los aficionados italianos que le bautizaron como “La mano de Mahoma”. Sus duelos con el mejor Dino Meneghin fueron épicos y el mítico jugador italiano calificó de superclase al que luego fue jugador baskonista.
En 1985 en Baskonia se cruza en su vida para jugar en España y hacerlo en primera instancia como relevo de Simmons, aunque luego ocupó la plaza de Terry White. Desde el comienzo dio muestras de su descomunal talento para desplegar un baloncesto espectáculo. Bajo esa fama de jugador de cristal y con unas rodillas endebles se escondía un fino anotador que no necesitaba de mucho espacio ni tiempo para armar la muñeca y acribillar el aro rival. Con Jeelani en sus filas el imberbe equipo vitoriano empezó a crecer y mirar hacia arriba con prodigiosas actuaciones que se ganaron a la afición que por entonces poblaba las butacas de madera del vetusto Mendizorroza. Apenas fue un año y medio en Vitoria antes de que los problemas físicos se evidenciaran en sus rodillas, aunque eso no le impidió continuar su carrera en España. En la etapa vitoriana se destaparon también algunas andanzas del jugador como su afición a las salidas nocturnas y los habituales viajes a Milán para comprar elegantes trajes de un millón de pesetas de los del año 1986.
San Sebastián y Sevilla fueron sus siguientes destinos, con 33 años, para lograr en ambos casos el ascenso desde la Primera División y ganarse también a los seguidores andaluces y donostiarras.
la caída A los 35 años decidió colgar las botas y dejar de anotar canastas y por ahí vino su declive. Toda una serie de desgracias encadenadas con derroche incluido de una fortuna de un millón de dólares acumulada como jugador. Se sucedieron el divorcio de su esposa, negocios ruinosos, el fallecimiento de su madre tras una cruel enfermedad hasta que se le diagnosticó a Jeelani un cáncer de páncreas. Los últimos dólares que le restaban los empleó en lograr la total curación y quedar en la total ruina sin un céntimo en sus bolsillos.
En 2011 malvivía en Livorno en un refugio para gente sin techo hasta que varios aficionados del conjunto en el que militó le reconocieron y a través de las redes sociales difundieron su crítica situación. La historia llegó a oídos del presidente de la Lazio, Simmone Santi, antiguo seguidor del Livorno que puso todo su empeño en ayudar a levantar y rescatar al que fue su ídolo de adolescente. Con 57 años nació el proyecto de aprovechar la experiencia de Jeelani para canalizarla hacia los más pequeños en situación de exclusión social. El Progetto Colors implicaba a más de 500 jugadores de baloncesto, de 8 a 14 años y de 27 nacionalidades diferentes, en la importancia del baloncesto como vía de salida de la marginación Logró la implicación de su rival Dino Meneghin y hasta la Federación Italiana de Baloncesto prestó su ayuda para situar a Jeelani en un primer plano gracias a un libro sobre su renacida vida Ritorno a Colori y un programa en horario de máxima audiencia Invincibili. A través de imágenes, vídeos y testimonios conocieron los espectadores italianos la intensa y dramática vida de Jeelani, que se ganó una vez más la admiración de la audiencia al conocerse su encomiable labor solidaria.
En 2013 regresó a Estados Unidos pero sin olvidar esa vocación de ayuda y referencia social hacia los más débiles hasta que ayer decidió emprender su último y definitivo partido en el pabellón celestial.