Vitoria - La lista de exhibiciones protagonizadas por el Baskonia a lo largo de esta temporada es tan amplia que cuesta elegir la más brillante. Sin embargo, la que firmó en la noche de ayer el conjunto de Velimir Perasovic pasa por méritos más que sobrados a encabezar esta gozosa relación. Una campaña como la que está completando el Laboral Kutxa no se merecía un epílogo como el que parecía que estaba destinada a recibir y, en el último momento, el muerto azulgrana rebuscó hasta la extenuación en un depósito de carácter que se antojaba agotado para extraer las últimas gotas y escapar al sprint de la tumba que le había preparado el Barcelona.

Porque lo cierto es que la semifinal estuvo durante la mayor parte de los cuarenta y cinco minutos que se terminaron disputando prácticamente finiquitada. Aunque si algo ha dejado claro por activa y por pasiva este Baskonia es que hay que rematarlo varias veces si quieres apartarlo de tu camino. El plantel de Xavi Pascual no lo hizo cuando tenía todo a su favor para poner los dos pies en la gran final liguera y, contra todo pronóstico, terminó pagándolo. Cuando peor se presentaba el escenario para la escuadra alavesa -con diez puntos de desventaja a falta únicamente de 2.35 para la conclusión del último cuarto y después de estar jugando un encuentro más que discreto en el que solo Bourousis había estado a la altura hasta ese momento-, optó por buscar una última reacción desesperada. El equipo se puso el cuchillo entre los dientes, recordó todo lo que había sufrido para llegar hasta aquí y por fin encontró la solución a sus problemas. Una solución que surgió de sus entrañas pero también de la calidad y la clase que desbordan unos jugadores que dejaron claro que, pese al enorme desgaste acumulado y el desacierto mostrado durante gran parte de la serie, continúan con hambre de más.

Y eso que como si de una repetitiva pesadilla se tratara, el duelo había vuelto a amanecer exactamente igual que los dos precedentes. Esto es, con un Baskonia desenchufado por completo concediendo ventajas incomprensibles a su oponente y un adversario que, casi sin querer, se encontró con una cómoda renta a las primeras de cambio. Una vez más, varios nombres propios se encargaron de personificar los síntomas de la enfermedad vitoriana. Así, Adams y Bertans deambulaban por el parqué como simples espectros de lo que una vez fueron. Una circunstancia que Abrines y sobre todo Satoransky no desaprovecharon en absoluto. El director de juego checo se enfundó el traje de verdugo y durante el primer cuarto lanzó uno tras otro mandobles mortales de necesidad sobre un Laboral Kutxa incapaz de encontrar un mínimo antídoto para sus males.

Con el arranque del segundo periodo el conjunto local repitió también el guión de los choques anteriores y protagonizó una primera reacción que le permitió ajustar otra vez el marcador e incluso ponerse por delante. Pero, una vez más, en el tramo final de este parcial reaparecieron los errores absurdos para permitir al Barça escaparse nuevamente sin necesidad apenas de esforzarse

Tras tomar el camino de los vestuarios cinco abajo, el tercer cuarto se antojaba un momento definitivo del duelo. Y el más acertado durante estos diez minutos fue un Barcelona que maniató por completo el juego ofensivo del Baskonia y acabó de nuevo diez puntos arriba. Era una diferencia teóricamente enjugable pero las sensaciones del Laboral Kutxa, con la cabeza caída, hacían pensar que era un imposible.

Así se demostró durante la mayor parte del parcial hasta que, a falta de poco más de dos minutos y medio, el cuadro vitoriano conectó el on en el interruptor de las máximas revoluciones. Con el acierto de hombres perdidos hasta entonces como Adams o Bertans, el plus de unos notables Shengelia y James y el fijo de un Bourousis cinco estrellas, el Baskonia logró recortar la diferencia y equilibrar el marcador para optar a la victoria. El Barça entonces se encomendó a un enorme Satoransky (autor de los últimos ocho puntos) para poner casi imposible el triunfo local. Solo casi. Porque entonces, a falta de nueve décimas, Hanga se inventó un pase imposible de canasta a canasta para que Bourousis, quién si no, lo recibiera a una mano para lanzar con la otra ante la oposición de Tomic y forzar la prórroga (76-76). Esa canasta fue la mitad de la victoria. La otra mitad llegó de la mano de unos inconmensurables James y Shengelia en el tiempo suplementario.

Milagro final. El Baskonia firmó un encuentro muy malo durante casi 38 minutos del mismo. Pero, en el epílogo, rebuscó en su casi agotado depósito de carácter para obrar un enorme milagro culminado en primera instancia con la canasta de Bourousis -a falta de nueve décimas y pase de Hanga desde la canasta contraria- que dio el pase a la prórroga y en el tiempo suplementario después.

Perdón blaugrana. El Barça tuvo muchas opciones para matar el partido mucho antes de su final pero no apostó por ellas. Al final lo pagó cuando el Baskonia se escapó de la tumba.

El griego demostró una vez más que es el pilar fundamental de este equipo. Lo sostuvo en solitario durante muchos minutos, firmó la canasta que dio la prórroga y apuntilló al Barça al final.