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Milagro consumado. La baja de Causeur le obligó a innovar con dos bases, rescatar del ostracismo a Corbacho y alinear a Hanga como falso ‘cuatro’. También prescindió de Ilimane y recobró la confianza en Planinic para minimizar la desventaja en el juego interior. El croata es el gran artífice de que el Baskonia esté completando una Euroliga asombrosa y haya recobrado el espíritu ganador.
vitoria - De la decepción ante el Unicaja al éxtasis continental frente al Barcelona. En 72 horas ha pasado del infierno al cielo un Baskonia que tres temporadas después ha recobrado el esplendor extraviado en la Euroliga. Todavía no es matemáticamente uno de los ocho mejores de Europa, pero tan solo constituye una simple cuestión de tiempo que saboree definitivamente un éxito colosal que sonaba a cuento chino y era una utopía cuando se desataron las hostilidades allá por octubre del año pasado. Lo será de pleno derecho hoy si el CSKA gana en Alemania, podría ser mañana en caso de victoria del Real Madrid en El Pireo si los rusos no cumplen el guión o, a lo sumo, la próxima semana. Pero todo el mundo es consciente de que entre la flor y nata europea se acaba de colar este curso un conjunto modesto que sin el presupuesto de otros gigantes ha rubricado un verdadero milagro.
Solo queda rendir pleitesía como se merece a Perasovic y sus chicos, convertidos en unos héroes eternos en espera de cómo finaliza el actual trayecto europeo. Nadie les arrebatará ya el billete hacia el Top 8 ni tampoco esa codiciada segunda plaza que incluso abre la puerta a retornar muchos años después a la Final a Cuatro de Berlín. Palabras mayores para un colectivo que arrancó con bajísimas expectativas y ha ido rompiendo moldes de forma asombrosa a base de pundonor, raza, carácter y calidad. Virtudes todas ellas que le han ayudado a recobrar la química con la grada y permiten soñar con algo grande.
El Barcelona, muy vulnerable cada vez que escapa de la ratonera del Palau, se quemó en la incandescente hoguera del Buesa, en llamas ayer para insuflar el aliento a sus gladiadores y resistir las últimas embestidas lideradas por Satoransky y Abrines. Ambos exteriores añadieron pimienta en el último acto a un duelo gobernado con solvencia por el Baskonia, que se complicó la vida de forma innecesaria pero pudo acreditar la entereza y sangre fría suficientes para brindar una alegría impensable.
Con pilares como Bourousis y James derretidos por el esfuerzo, fueron dos secundarios de Perasovic quienes contra todo pronóstico sepultaron las esperanzas catalanas. Tillie y Blazic, el guerrero que más contagia, salvaguardaron la integridad local con varias canastas rebosantes de personalidad. Mención especial para la acción del escolta esloveno, una entrada racial que colocó el decisivo 74-71 y precedió un error de Oleson. Un posterior tiro libre de Hanga hizo inviable el intento de reacción culé y desató la locura en la cancha de Zurbano.
Si hollar la cima culé ya entraña de por sí múltiples dificultades, la ausencia de última hora del capitán puso a prueba más si cabe el instinto de supervivencia del Baskonia. El desequilibrio numérico obligaba a Perasovic a agudizar el ingenio y tirar de épica para minimizar la falta de efectivos. También se imponía una transformación radical con el fin de olvidar el amargo trago vivido ante el Unicaja y la rehabilitación procedió de una actitud diametralmente opuesta. Donde no llegó el juego, lo hizo el deseo y el corazón con la inestimable colaboración de una grada encendida que puso su granito de arena. Poco importó que Tillie y Bertans acumularan prematuramente su tercera personal dejando coja otra pata del diezmado banco alavés. Fue una lucha de estilos la que se vivió en el Buesa Arena, testigo de la cicatera propuesta de Xavi Pascual a la hora de añadir cloroformo a la velada. Siempre que pudo, por contra, el Laboral Kutxa se lanzó a la carrera obteniendo grandes réditos merced a los célebres costa a costa de Hanga.
El explosivo húngaro conformó junto a James y Bourousis la mágica espina dorsal que sometió a un tierno Barcelona. El americano mostró la mordiente ofensiva de los mejores días y también reapareció el griego, dominador ante las torres blaugranas. La conexión entre ambos permitió al Baskonia alcanzar una máxima renta (54-43), pero el pasaporte hacia los cuartos de final no iba a resultar tan sencillo. La clase desbordante de Abrines y Satoransky metió el miedo en el cuerpo a todo el mundo en el epílogo. Sin embargo, el cuadro vitoriano resistió de manera titánica.
Entereza y sangre fría final. El Baskonia dominó con solvencia durante gran parte del duelo, pero el Barcelona metió el miedo en el cuerpo en el último cuarto gracias a la clase desbordante de Abrines y Satoransky. Gracias a un colosal instinto de supervivencia y varias acciones providenciales de Blazic y Tillie, los vitorianos resistieron las embestidas culés.
Transformación radical. Tras el amargo trago vivido ante el Unicaja, el Laboral Kutxa volvió a ser reconocible en la jornada decisiva que podría catapultarle hacia un éxito colosal en la Euroliga. Recuperó la dureza defensiva y, pese a la ausencia de Causeur, el dominio del trío integrado por James, Hanga y Bourousis resultó decisivo.
Recobró su mejor versión el día que más le necesitaba el equipo. Fue el amo y señor de la ‘pintura’ conformando una sociedad diabólica con James. Un pívot renacido en Vitoria.