Vitoria. La galopante crisis económica obliga más que nunca al célebre patio de colegio de la ACB a reactivarse y teñir de refrescante juventud su plantilla. El Estudiantes, próximo rival liguero del Laboral Kutxa, encara a corto-medio plazo un futuro de lo más incierto. Como la mayoría de los clubes, su viabilidad se encuentra en entredicho, la plantilla no está al día en el cobro de las nóminas y su tesorería posee tantas telarañas que se ve hasta cierto punto acuciado para tirar de cantera con el único fin de sobrevivir y mantener su proyecto en la elite. La noticia, todavía no confirmada oficialmente, de que su patrocinador oficial (la compañía aseguradora francesa Asefa) dejará de manchar la camiseta del club a finales de esta temporada no ha hecho sino agudizar la incertidumbre que preside hoy en día el futuro de uno de los grandes clásicos del baloncesto español.
Tras evitar in extremis el pasado verano en los despachos el trágico descenso a la Adecco Oro que había consumado sobre la cancha, los colegiales han mejorado a lo largo de este curso sus prestaciones de la mano de un técnico cualificado como Txus Vidorreta. Prueba de ello resultó su meritorio billete para la Copa del Rey que se celebró el pasado mes de febrero en el Fernando Buesa Arena, donde cayó a las primeras de cambio ante el, a la postre, subcampeón Valencia Basket. Sin embargo, las lesiones de sus dos principales bastiones (Germán Gabriel y exbaskonista Carl English) trastocaron todos sus planes y le han dejado ya sin opciones matemáticas de asaltar la octava plaza del play off por el título cuando restan dos jornadas para que se eche el telón de la fase regular.
Semejante cúmulo de problemas ha motivado que durante estos últimos tiempos de estrecheces y dificultades su nueva hornada de cachorros se esté haciendo un hueco dentro de una entidad que seguramente perderá en la inminente apertura del mercado estival a la mayoría de sus jugadores más emblemáticos. De todos ellos, quien figura en el centro de todos los focos mediáticos es Lucas Nogueira. El elástico y saltarín interior brasileño, de 20 años y con contrato en vigor hasta el 30 de junio de 2014, acaba de declararse elegible para el draft de la NBA. Las páginas especializadas estadounidenses vaticinan que podría ser elegido en primera ronda entre los números 20 y 30. Si es finalmente así, nadie alberga dudas acerca de que el carioca dará este verano o, a lo sumo, el próximo con sus huesos en la mejor liga del mundo.
con label vasco Si Nogueira ya está consolidado en los esquemas del técnico vizcaíno discutiendo incluso el protagonismo a todo un veterano como Lamont Barnes, el actual ejercicio liguero ya ha asistido al bautismo de otras tres perlas surgidas de la prolífica cantera del Magariños. Edgar Vicedo y Fran Guerra, alero de 18 años y poste de 20 respectivamente que han subido a la primera plantilla procedentes del conjunto de EBA, están siendo unos asiduos en las convocatorias colegiales. El primero, internacional sub-16 y sub-18, ya ha logrado el oro en el Torneo Albert Schweitzer de Mannheim. Mientras tanto, el segundo conquistó el bronce en el pasado Europeo sub-20 celebrado en Eslovenia. El último en saborear, a sus 18 años, las mieles de lo que supone el debut liguero ha sido el guipuzcoano Darío Brizuela, sobrino del quien fuera jugador y entrenador ayudante del Baskonia en la década de los 80. Vidorreta le concedió la alternativa nada menos que en los instantes finales del reciente derbi ante el Real Madrid en el Palacio de los Deportes.
Al Estudiantes, por su peculiar filosofía, le urge aplicar esta filosofía si no quiere abocarse a un final traumático. Y es que, desde que formara en su día a carismáticos nombres propios como Alberto Herreros, Nacho Azofra, los hermanos Felipe y Alfonso Reyes o Carlos Jiménez, todos ellos partícipes de los mejores éxitos en cuanto a títulos antes de emprender nuevos retos profesionales en otros lugares tentados por ofertas millonarios, el club vive una preocupante travesía por el desierto a la hora de nutrir a su primer equipo de promesas de calidad.
En los últimos años, el uruguayo Granger, el británico Clark o Jaime Fernández han dejado destellos de su calidad, pero su explosión definitiva se sigue resistiendo. De ahí el retroceso deportivo experimentado por un equipo que, si bien llegó a convertirse en una sólida alternativa al poder establecido de los dos grandes, ahora malvive a duras penas para cumplir sus objetivos. Y eso es un lujo excesivo que ni la ACB ni el baloncesto estatal pueden permitirse.