Cuando no funciona la cabeza, tampoco lo hacen las piernas. El miedo no es buen compañero de viaje, pero este Caja Laboral de las dudas, que parece haber extraviado la convicción que permitió enlazar hasta diecisiete victorias consecutivas, lo ha incorporado a su equipaje. El equipo azulgrana recibió un doloroso correctivo en su visita al Fontes do Sar. Cayó con estrépito, sin paliativos, ante un equipo que sacó a relucir sus vergüenzas y sus pánicos.
La tercera derrota consecutiva ha servido para encender las alarmas. Sobre todo porque el rival no era ayer un grande de la Euroliga ni un plantel a priori superior. El adversario era un Blusens Monbús huérfano de su cerebro, el exbaskonista Andrés Rodríguez, que volvió a regalar una lección de baloncesto colectivo a un Baskonia que precisamente ofreció la sensación contraria. Las escasas acciones positivas que se vieron en las filas vitorianas llegaron siempre como fruto de acciones individuales, algo lógico en un equipo que, pese al bache de confianza que parece atravesar, cuenta con piezas de extrema calidad.
El mismo equipo que precipitó la destitución de Dusko Ivanovic se encargó de colocar en el disparadero a un Zan Tabak que ya tiene casi garantizada su continuidad para la próxima temporada. El efecto mágico que reportó su llegada al banquillo azulgrana se ha evaporado como la gaseosa y de nuevo aflora la impresión de que a este plantel le faltan muchas cosas, entre ellas el corazón y el hambre que se requiere para poder rendir al máximo nivel dos veces por semana.
El Caja Laboral se desmoronó de nuevo sin remisión. Se dejó ir y acabó por arrojar la toalla con más de un cuarto de hora por jugarse. Tras haber opuesto cierta resistencia durante los dos primeros cuartos, gracias en gran medida a su dominio del rebote, volvió a besar la lona cuando el oponente asestó el primer directo. Los triples que en la primera mitad no le habían entrado a Corbacho, una metralleta sin pudor y con licencia para tirarse lo que le venga en gana, propiciaron que el marcador se ajustara a la realidad.
Los seis puntos de renta con los que el Obradoiro alcanzó el ecuador del choque (46-40) resultaban demasiado escasos para lo que se estaba viendo. Desnortado en ataque, con Heurtel y Cook totalmente incapaces de aportar un mínimo de cordura en la dirección, y sin intensidad atrás, el Baskonia regaló el partido en bandeja de plata. Tabak deberá analizar al detalle la situación para determinar si el problema es físico, mental o una mezcla de ambas cosas, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que requiere de una reacción inminente para evitar que todo el camino recorrido tras el relevo de entrenador se vaya por la alcantarilla.
El Obradoiro se apuntó la victoria en una batalla muy desigual en cuanto a ganas y testosterona. Pumprla, Kendall y Hummel acabaron por abrir la brecha en el arranque del último acto. Tabak, que hace apenas cuatro días dijo que contaba con dos bases, se vio obligado a recurrir al tercero para clausurar la sangría de pérdidas de balón (19 en 30 minutos) y Cabezas lo hizo. Sin alardes, el costasoleño logró al menos que los ataques se acabaran, pero ya no había fe -y quizá tampoco ganas- como para darle la vuelta a un partido que prácticamente se entregó de inicio.
La pudorosa reacción de Nemanja Bjelica, apoyado por los siempre generosos Nocioni ySan Emeterio, ambos con más voluntad que acierto, sirvió sólo para evitar que la desventaja se disparara a la veintena. El duelo estaba ya sentenciado. Todo eran miradas al suelo. Daba la impresión de que el técnico croata y sus jugadores se hacían las mismas preguntas que ahora mismo atormentarán al baskonismo.
Las impresiones no resultan positivas en absoluto. Otra vez parece no funcionar nada. Se mira a la cancha. Se mira al banquillo. Y a los despachos. El mismo equipo que cuando los resultados sonreían parecía profundo y sobrado de recursos se antoja ahora demasiado corto y limitado. Y no es ni una cosa ni la otra. Es probable que requiera de más remiendos externos, pero urge ante todo solventar los problemas internos. Tabak guía su nave por un agitado mar de dudas del que no parece fácil salir sin contar con la implicación de toda la tripulación. Pero todavía hay tiempo para corregir el rumbo.