Vitoria. Hay pocos equipos en esta edición de la Copa del Rey que hayan mostrado mayor regularidad y solidez a lo largo de la temporada que el Herbalife de Pedro Martínez. El conjunto canario se presenta a la cita con el objetivo de quebrar el maleficio que le persigue en este torneo, en el que sigue sin sumar una sola victoria tras haber estado presente en siete ediciones. Los isleños representan el orden de un bloque muy trabajado, pero para poder acceder a las semifinales en la parte del cuadro que se antoja más abierta por la ausencia de un ogro, deberán ponerle puertas al campo.
El Bilbao Basket, con el ciclotímico Kostas Vasileiadis a la cabeza, está protagonizando una campaña irregular, y tampoco mantiene una relación idílica con la Copa, pero cuenta en sus filas con varios jugadores hechos a medida para incendiar esta clase de torneos. El escolta heleno llega con hambre. Ha asegurado que ve a su equipo favorito, a pesar de que no parte como cabeza de serie y de que en tres apariciones en la Copa del Rey tan sólo ha sido capaz de conseguir una victoria. Fue en su debut, en 2008, ante el Barça. Y a partir de ahí, apareció la sombra. Se hizo el Baskonia.
El equipo azulgrana ha sido siempre el verdugo de los bilbaínos, que este año juegan sin corsé. Hasta una hipotética final no tendrían que verse las caras con el combinado azulgrana, y eso espolea a un colectivo sobrado de alma.
El Gran Canaria asume su papel de tapado. Llega a la cita como tercer clasificado y con méritos más que suficientes como para que se le tenga en cuenta. Pedro Martínez dispone de un quinteto poderoso y ensamblado, que llega a la cita tras haber obtenido una contundente victoria ante el Fuenlabrada en su último choque liguero, pero también después de haber sido incapaz de evitar la derrota en las tres citas previas, una de ellas en Miribilla.
Aquel encuentro puede marcar el camino para el conjunto bilbaíno, un colectivo sobrado de jugadores con experiencia y carácter como para tirar del carro en este tipo de torneos. La calidad de Zisis y Raül López en la dirección, como sucedió en el último precedente liguero, puede resultar definitiva.
El camino por esta parte del cuadro parece despejado. Ambos equipos ansían romper su maleficio con un torneo que se reconciliará con uno de los dos. Pero sólo con uno. El vencedor accederá a semifinales. El perdedor, una vez más, tendrá que hacer las maletas sin probar ni un pequeño pedazo de una gloria que parecía al alcance tras el sorteo.