Vitoria. A la vejez, viruelas. Pablo Prigioni parece empeñado en convertirse en el Benjamin Button del mundo del baloncesto. El base argentino, que el pasado mes de marzo cumplió los 35 años y ha completado una excelente temporada en su regreso al Caja Laboral, tiene en estos momentos posibilidades de cumplir el sueño que casi todos los niños comparten cuando se calzan sus primeras zapatillas pero que seguramente él ya habría dado por imposible. Los Knicks de Nueva York se han fijado en él como posible alternativa para completar su nómina de directores de juego y aportar algo de experiencia a los todavía inexpertos Iman Shumpert y Jeremy Lin. Cuando hace unos meses se abrió un debate en torno a la conveniencia o no de ofrecer la renovación al timonel argentino, nadie habría podido imaginar que a estas alturas de la película a la directiva baskonista fuese a surgirle un oponente tan poderoso.

Los Knicks, tal y como corroboró su agente a este periódico, ha mostrado su interés por hacerse con los servicios del jugador, al que invitaron a conocer de primera mano las instalaciones. Prigionsi, de hecho, se desplazó a finales de la pasada semana a la Gran Manzana y tuvo la ocasión de mantener sendas entrevistas con el general manager de la entidad, Glen Grunwald, y el entrenador, Mike Woodson, aunque el representante del jugador, Claudio Villanueva, asegura que por ahora estos encuentros no se han traducido en una oferta en firme. "Tenemos que hablarlo. Por ahora no hay oferta", aseguraba el agente. En realidad, no puede haberla. La normativa de la NBA respecto a la negociación de los clubes y agentes libres es tajante: hasta el 1 de julio el equipo neoyorquino no puede presentar una oferta en firme y hasta el 11 del mismo mes no podrían firmar un contrato.

Así las cosas, el futuro de Prigioni, que logró redimirse con su entrega ante una parte de la afición azulgrana que censuró su fichaje, parece alejado de la capital alavesa. La llamada de los Knicks ha variado lo que parecía un más que posible acuerdo para la firma de un año adicional de contrato para un jugador que, al margen de habérselo ganado, ya había manifestado al poco de acabar la temporada que le satisfaría la opción de continuar vistiendo la elástica baskonista cuando arrancara el próximo curso. En la misma línea se expresaron los rectores del club gasteiztarra. Incluso el propio Josean Querejeta, aun siendo consciente de que la condición de jugador libre de Prigioni iba a generar el interés de más equipos -se ha hablado de Real Madrid y Unicaja en diferentes momentos-, había llegado a asegurar que era sólo cosa de tiempo que se llegara a un acuerdo. Pero no se contaba con la NBA. Nadie había siquiera tenido en cuenta la irrupción en escena de estos Knicks.

regreso a argentina Prigioni regresó ayer mismo a Buenos Aires para incorporarse a la concentración de la selección argentina que disputará los Juegos Olímpicos de Londres. Allí habrá podido reencontrarse con amigos, como Luis Scola o Andrés Nocioni, que ya han experimentado de antemano esa sensación de relativo vértigo que debe de asaltar a los jugadores que abandonan el Buesa Arena para enrolarse en alguna de las treinta franquicias de la competición estadounidense. Lo que está claro es que antes de que el combinado albiceleste comience la fase más intensa de la preparación, Prigioni sabrá si se convierte en el noveno jugador argentino que ficha por algún equipo de la NBA o si por contra renueva con el Caja Laboral, pues tanto él como su agente quieren dejar el asunto cerrado cuanto antes para no desviar su atención de la que es, a todas luces, la última gran cita internacional para una generación irrepetible.

Villanueva no esconde lo que para todo el mundo debería resultar una evidencia: Prigioni ha acogido con muchísima ilusión el interés de los Knicks. Y no por motivos económicos, aspecto en el que puede resultar también notablemente beneficiado. Es una cuestión que tiene que ver más con la posibilidad de cumplir un sueño, el de cualquier jugador de baloncesto, pero que al margen puede estar sazonado con un estímulo económico que, de llegar la oferta en los términos que se han publicado en algunos medios argentinos (entre los 2 y los 4 millones de dólares por una campaña), sacaría del juego al Caja Laboral, que podría presumir de seguir siendo el equipo que más jugadores manufactura con destino a la mejor liga del mundo.