Vitoria. Hay pocas pegas que interponer al triunfo de prestigio con el que el Real Madrid escapó ayer del Buesa Arena. Como en los otros tres partidos previos, ganó el mejor, y la eliminatoria tendrá que decidirse en un quinto encuentro que nadie quería y al que el Caja Laboral viajará con el corazón roto, acribillado por un rival que se reveló quirúrgicamente letal desde la línea de 6,75. Ahí, en la distancia, el Madrid encontró la vida y el Baskonia, la muerte más cruel.

Los pupilos de Pablo Laso encontraron la salvación en el triple. En otro partido en el que parecía que todo iba encaminado para entrar en los parámetros que más interesaban al cuadro baskonista, los lanzamientos desde la larga distancia reportaron al Madrid una calma que le permitió a la postre disfrutar de un ritmo en el que se encontró tremendamente cómodo. Entretanto, el conjunto de Dusko Ivanovic recorrió el camino contrario. Porque no fue sólo cuestión de acierto, sino también de confianza. Son dos conceptos habitualmente aparejados en el baloncesto. Y cuando las musas de la inspiración abandonaron al equipo azulgrana, se apagaron las luces y se esfumaron la paciencia y la cordura.

Fue Velickovic, de largo el mejor jugador del equipo madrileño en la eliminatoria, quien dio con la llave para abrir la caja de los miedos. A pesar de que en los dos primeros cuartos, mientras se disputó una primera versión del choque que sonreía a los vitorianos, los pupilos de Laso parecían incapaces de hallar fisuras para producir con continuidad en ataque, en el tercero el serbio, que es un cuatro pero ayer mató como el más letal de los exteriores, abrió un parcial que acabó por matar el encuentro.

El Madrid, dirigido por un Sergio Rodríguez delicioso, encadenó una racha de triples (5/6 y acabó el duelo con 12/26), muchos de ellos mal defendidos, que arruinó la ventaja de hasta once puntos de la que gozó el combinado de Ivanovic en los albores del tercer cuarto.

Los triples del Madrid, hirientes, heladores, fueron rebajando poco a poco la temperatura del coso azulgrana. Y, casi al mismo tiempo, el conjunto baskonista perdió el norte. En el último capítulo del partido, los pupilos de Laso pudieron correr como no habían podido hacerlo en toda la eliminatoria. Mientras, el conjunto baskonista languidecía con el partido, se ahogaba conforme avanzaba el tiempo en un electrónico que quizá debieron haber mirado desde otra perspectiva, con más calma.

El Caja Laboral jugó los últimos ocho minutos como si quedaran dos. Sin quererlo, perdió la fe en sus posibilidades, se convirtió por unos instantes en esa versión gris e impotente que ha paseado sus miserias durante el curso que está a punto de cerrarse. Por supuesto, ya no es ese equipo. Pero el Madrid logró que lo pareciera.

Los triples del equipo blanco, dardos directos al corazón del baskonismo, acabaron por minar definitivamente la moral de los pupilos de Ivanovic, que se revelaron como un equipo pobre de espíritu y perdieron de un plumazo todo el equilibrio entre juego interior y exterior que tan excelentes resultados les había reportado hasta ese momento crítico. Se fundieron los plomos.

La duda estriba ahora en saber hasta qué punto puede resultar definitivo el golpeo recibido. Queda una última final, que nadie deseaba, en la capital. Ivanovic deberá realizar un enorme esfuerzo para recuperar anímicamente a un equipo que debe buscar una segunda victoria en el Palacio de los Deportes para poder aspirar siquiera a buscar un nuevo milagro, la cuarta liga.