El baskonismo necesitaba un partido como el de ayer. Dubitativos por un inicio de competición plagado de dientes de sierra, los seguidores del Caja Laboral pudieron al fin desatar todas sus emociones en un partido intenso ante un Olympiacos que de tanto insistir en que ya no es el que era parecía haberse convertido de repente en un rival de segunda fila. Nada más lejos de la realidad. Ejecutando a los vitorianos con la misma medicina que estos acostumbran a utilizar, la escuadra de Dusan Ivkovic disparó una ráfaga de triples -cinco sólo en el primer cuarto- que envió a la lona a un Baskonia obnubilado. El 13-22 tras los diez primeros minutos no presagiaba nada bueno, pero el concienzudo lavado de cara acometido por Querejeta y los suyos durante el verano estaba a punto de contemplar sus frutos. No de golpe y porrazo, sino de forma paulatina, degustando cada defensa y trabajando entre todos para contener la batuta de Spanoulis y los tatuajes de Pero Antic. Había llegado el turno de contentar a un siempre insatisfecho Dusko Ivanovic. Había llegado el momento de ganar a base de defensa. Como los mejores científicos, el Baskonia observó, evaluó y ejecutó.
El Olympiacos elevaba la temperatura ambiental de un frío Iradier Arena para desesperación de Ivanovic, que en más de una ocasión rozó la técnica con las yemas de los dedos. Pero los helenos, tal vez impregnados de la brutal crisis que asuela a su país, empezaban a venirse abajo tras chocar una y otra vez con la mejor versión defensiva de hombres como Pau Ribas o Pablo Prigioni. En los albores de un último cuarto para el éxtasis el timonel argentino todavía no lo sabía, pero a falta de 1,7 segundos el hijo pródigo empujaría a todos de sus asientos con una canasta ganadora de las que hacen historia.
Desesperado durante todo el encuentro por su escasa puntería -el base azulgrana no fue capaz de anotar ninguno de los cinco triples que intentó-, Prigioni tuvo la sangre fría de, por su cuenta y riesgo, elevarse sobre el parqué a cámara lenta y anotar desde el lateral un tiro de dos puntos mortal de necesidad para los griegos. El marcador lucía un definitivo 81-79 y aún restaban menos de dos segundos para el final, pero en ese momento todos sabían -incluido un Olympiacos con cara de circunstancias en todos sus jugadores- que el partido había llegado a su fin. Por primera vez en esta temporada, el Caja Laboral había remontado un partido a base de carácter. Donde el año pasado había desidia y crisis de lucidez, este curso -al menos ayer- hubo intensidad y ansia de victoria. Si dura, el Baskonia habrá caminado ya un largo trecho en su aún incipiente camino.
mirza teletovic Pero no sólo de defensa vive el hombre, y nada de lo cosechado atrás habría encontrado sentido si en el otro lado de la cancha un puñado de jugadores -los mismos de siempre en este apartado- no se hubieran echado el equipo a la espalda en materia anotadora. Si de toda derrota se aprende, de toda victoria también hay conclusiones que sacar, por mucho que la sumada ayer frente al Olympiacos -que sirve al Baskonia para colocar un clarificador 3-0 en su casillero- dejara un poso tan agradable y explosivo en su tramo final. Y es que de los 81 puntos encestados por los vitorianos, 50 de ellos tuvieron la firma de únicamente tres jugadores. Mirza Teletovic, con 20 puntos -de los que once nacieron desde la línea de personal gracias a las nueve faltas recibidas por el bosnio-, Kevin Seraphin con 15 y Fernando San Emeterio con otros 15 coparon los ataques azulgranas una y otra posesión. Ni Reggie Williams -que no lo hizo mal en los escasos ocho minutos que dispuso-, ni los Oleson, Heurtel, Nemanja Bjelica y compañía parecían dispuestos a echar una mano en ataque. Tampoco se les echó en falta.