A nadie se le escapa que un viaje a la lejana Tel Aviv es diferente a los demás. El Maccabi tampoco es un equipo normal de los que se destilan por la Euroliga. Cualquier jugador que haya militado en el Baskonia siempre esgrime una pícara sonrisa cuando se le cuestiona por sus vivencias en los interminables viajes a la capital de Israel, donde el sentimiento patriótico está más arraigado que en otro lugar. Jordi Millera, aquel menudo base que dio grandes noches de gloria al Baskonia entre 1995 y 1999, colgó las botas hace años para trabajar ahora en una empresa farmaceútica afincada en Sant Cugat.

Sin embargo, en pleno conflicto de Oriente Medio parece que vivió ayer aquella velada de infausto recuerdo a Tel Aviv en la que el antiguo TAU de Scariolo, a los pocos días de haber conquistado la Copa del Rey de Valencia, fue triturado sin piedad (104-64) por el Maccabi de Alexander, Henefeld, Benoit o el innombrable Odeh Kattash, que para colmo de males unos días después de que le extrajeran un diente le propinó un codazo en el labio por el que le aplicaron tres puntos de sutura.

"Recuerdo que en aquella época Israel estaba en guerra con Palestina y algunos partidos se aplazaban. Antes del partido, no estábamos seguros incluso de si viajaríamos o no por ese tema. En el avión ya nos enteramos de que irían con nosotros agentes secretos para velar por nuestra seguridad. En casa, mi mujer lo vivió con mucha tensión porque el viaje no era agradable", evoca este simpático base barcelonés, de 40 años y con tres hijos. En el hotel donde pernoctó la expedición baskonista, ya se vislumbraron las primeras dificultades. Lejos de dar facilidades como hubiese sucedido en cualquier otro lugar, la estancia se convirtió en una triste odisea. "El hotel estaba muy mal, ya que las habitaciones eran pequeñas y nos la tuvieron que cambiar. Luego, hay comedores en los que no se pueden mezclar carne con productos lácteos. Muchas veces, pides menús y no te dan lo que quieres...", admite.

La atmósfera ambiental de cualquier partido del Maccabi resulta irrespirable para los forasteros, si bien Millera reconoce haber pasado más miedo en el Abdi Ipecki de Estambul. "Los aficionados siempre cantan el himno nacional del país antes de los encuentros y el presidente se sienta detrás del banquillo, algo que no se ve en ningún sitio. Es una cancha especial porque la Euroliga les consiente cosas que no son habituales. Es un equipo protegido en todos los sentidos, ya que es el único equipo israelí con proyección internacional".

Desde la distancia, el consejo de Millera para el plantel azulgrana radica en realizar un ejercicio de abstracción y centrarse únicamente en el juego. "No recuerdo haberlo pasado mal. Hay un componente que es el idioma y, aunque te imaginas que no están diciendo cosas bonitas, debes intentar que no te afecte la presión ambiental", afirma sin tapujos.