tres años en Galicia no han pasado en balde porque, con una sonrisa pícara, reconoce sin ningún tapujo que el marisco figura entre sus platos predilectos del fin de semana, siempre dentro de una dieta estricta. El acento típico de aquella tierra resulta fácilmente apreciable en cualquier conversación con ella. Marta Tudanca, la prometedora jugadora alavesa de baloncesto que hace casi siete años decidió abandonar el calor de su hogar vitoriano para labrarse un futuro en la vida, hace estos días en casa un paréntesis en su ajetreada agenda. En realidad, en contadas ocasiones durante el año puede estar rodeada de sus allegados, ya que a muchos kilómetros de la capital alavesa compagina sus estudios de podología con el fervor por el mundo de la canasta. Esta simpática escolta-alero, de 1,82 metros y sólo 20 años de edad, lleva varias campañas despuntando en el Universitario de Ferrol, integrante de la Liga Femenina 2, la LEB Oro en hombres.

Internacional en todas las categorías inferiores con la selección, camina rauda hacia el estrellato. Con cuatro medallas internacionales -un oro en el Europeo sub"16 de Eslovaquia y tres platas en el Mundial sub"19 de Bangkok y los Europeos sub"20 de Polonia y Letonia- colgadas de su cuello, es una de las jóvenes más laureadas a nivel estatal. Su progresión no está pasando desapercibida para nadie y varios equipos pertenecientes a la elite nacional le siguen de cerca el rastro para que satisfaga su sueño de debutar en la máxima competición y, quién sabe, alcanzar la internacionalidad absoluta en un futuro no muy lejano. Tudanca, que luce el dorsal 7 en su camiseta, está predestinada a jubilar a las integrantes de la generación de oro, liderada por Amaya Valdemoro, Laia Palau, Marta Fernández o Elisa Aguilar.

"Aquí en Ferrol, soy la San Emeterio del Baskonia", reconoce con su buen humor. En parte, no le falta razón. Sus promedios no son nada desdeñables (9,1 puntos, 3,2 rebotes, 2,3 asistencias y 2,1 robos) y, de hecho, es una de las jugadoras más alineadas por su técnico Ignacio Pita. Jornada tras jornada, aporta su granito de arena para que el Universidad de Ferrol tenga a tiro de piedra las dos plazas que permitan disputar la fase de ascenso. "Dentro de poco, sí me veo en la Liga Femenina. Por probar, saber cómo es y si estoy capacitada o no para jugar, me encantaría. Tengo mucha intriga", confiesa Marta. A diferencia de otras, no rehúye el trabajo sucio y exhibe una disciplina espartana que la lleva a ser muy apreciada por sus compañeras. "Lo mejor de mí mismo es que aporto un plus de defensa, un apartado que no aparece en la estadística, aunque también me gusta anotar", matiza.

el apoyo de su familia Cuando era una adolescente, ante la obviedad de que atesoraba una calidad mayor de lo normal y de que en Vitoria no hay ningún club que la permita jugar al más alto nivel, tomó la difícil decisión de hacer las maletas. Con apenas 14 años y tras militar una campaña en San Viator, emigró a Barcelona para fichar por el Siglo XXI. Allí permaneció cuatro años hasta que optó por afrontar una nueva experiencia en Ferrol. "No se me hace especialmente duro, ya que llevo mucho tiempo fuera y estoy acostumbrada. No lo veo como un hándicap, sino como algo normal. A Vitoria sólo voy en Navidad y verano. Estar lejos tiene sus pros y contras. Conoces a más gente, otras partes de España y eso también interesa", explica Marta.

A la hora de tomar este rumbo en su vida y decantarse por el baloncesto, ha contado en todo momento con el visto bueno de sus padres e incluso de sus dos hermanos de 26 y 22 años, quizá sus mayores críticos y asiduos espectadores de aquellos partidos en el colegio con los que daba sus primeros pinitos. "El deporte me encanta. El fútbol es para los chicos y a mi gustaba el basket. Me dijeron que hiciera lo que quisiese. Recuerdo que, al principio, me comentaban que lo importante era participar. Aunque jugara fatal, siempre me insistían en que lo había hecho bien para que no me desmoralizara". Vista su meteórica trayectoria, lo consiguieron con creces.

Pese a su corta edad, su madurez también salta a la vista. Eso y su encomiable espíritu de sacrificio -se entrena todos los días dos horas a la semana y, siempre que sus clases se lo permiten, otras dos horas los martes, jueves y viernes por la mañana-, hacen de ella una de las promesas en ciernes del baloncesto femenino. Dentro de la pista aúna numerosas virtudes, pero también hace autocrítica y niega categóricamente haber alcanzado el techo. "Mi punto débil es el tiro exterior. Estoy ahí practicando y puliendo la mecánica para ver si mejoro definitivamente", detalla Marta. Fuera de ella, admite ser "cabezona y pesimista por naturaleza, ya que siempre pienso que lo he hecho mal".

sueños por cumplir Para no correr el mismo camino de otras imberbes piezas de su profesión que suelen quedarse a medio camino, Tudanca tiene los pies en el suelo. La vitoriana muestra fe en sus posibilidades y en su horizonte figura un sueño que colmaría todas sus expectativas: ser internacional absoluta y recibir la convocatoria para unos Juegos Olímpicos. Esa oportunidad podría llegarle en 2016 en Río de Janeiro. Pese a la enorme dificultad que entraña la empresa, no pierde la esperanza. "Es muy difícil llegar, así que debo ir paso a paso. Si no lo consigo, tampoco pasará nada. Lo básico es que me sacrifique y no creerme más de lo que soy", asume.

Para Marta, sin embargo, no es oro todo lo que reluce. A diferencia del baloncesto masculino, donde los jugadores de la ACB o la LEB Oro suelen estar perfectamente remunerados y gozan de privilegios inalcanzables para cualquier mortal, las chicas viven casi en la más absoluta precariedad. Fuera de las extranjeras, únicamente unas pocas nacionales consiguen firmar onerosos contratos y asegurarse unos jugosos ingresos que les permitan encontrar una recompensa a tanto esfuerzo. Cuestionada por ello, Tudanca es rotunda. "Yo estoy estudiando, porque sé que de esto no voy a vivir. Hoy en día, es muy difícil. O eres muy buena, o nada. El deporte masculino está mucho más valorado", censura sacando a la palestra un ejemplo diáfano que no cuadra para nada con el hecho de que España sea una de las principales potencias. "Una jugadora de la Liga Femenina puede cobrar parecido que un hombre de LEB Plata, que son tres ligas menos", justifica con resquemor.

En tierras gallegas, Marta percibe un sueldo por jugar en un equipo profesional presidido por un antiguo concejal de Deportes y al que suelen acudir a presenciar sus partidos los sábados por la tarde alrededor de 300 personas. Su club también le abona el alquiler del piso, pero los gastos derivados de los estudios o la comida corren de su bolsillo. Algo que realza más si cabe su vocación por hacerse un nombre. Mientras da pasos en su formación, la vitoriana deja entrever que a partir del año que viene, una vez concluya su carrera, no continuará en Ferrol. "Renuevo año a año. Queda mucho para saber lo que haré en el futuro. No tengo claro si seguiré. Me gustaría estar más cerca de casa, pero tampoco hay muchos equipos donde ir. En mi categoría, hay uno en Burgos, y en la máxima categoría, hay otro en Navarra", aduce. El llamamiento ya está hecho.