La final de la ACB ante el Barcelona de la temporada pasada demostró que el Baskonia es un equipo capaz de obrar el mayor de los milagros. La derrota de ayer contra el hasta ahora moribundo Asseco Prokom evidenció que también puede cometer el más increíble de los errores. Ganar los tres partidos que restaban en el Buesa Arena era indispensable para entrar en el Top 16. Ahora, el margen de error se ha reducido a niveles ínfimos.

Ayer el Caja Laboral, líder de la ACB, realizo un increíble e inesperado cambio de papeles con la escuadra polaca. Durante toda la Euroliga, el Prokom había sido un equipo deslavazado, sin un estilo de juego diáfano y con la individualidad como bandera a la hora de afrontar los encuentros fuera cual fuera el rival. Mientras tanto, con sus virtudes y defectos, el cuadro baskonista era capaz de desplegar un cierto carácter y capacidad de sacrificio incluso en las derrotas, la mayor parte de ellas con un escueto average. Pero, al igual que viene ocurriendo en los últimos partidos, ayer el Baskonia fue incapaz de manejar el tempo del choque cuando elevó la diferencia en el electrónico hasta once puntos a su favor (45-34).

Fue un espejismo. Si los cuatro triples encestados de veinte intentos -cero de siete para Teletovic- hablan por sí mismos, los cuatro puntos de David Logan en 23 minutos, los cinco de Brad Oleson en veinte o los dos de Pau Ribas en diecisiete minutos dejan en evidencia a los tres escoltas baskonistas. Si ninguno de los hombres llamados a anotar -sobre todo lo dos tiradores norteamericanos- consigue enderezar su pulso es que, como diría el príncipe Hamlet, algo huele a podrido en Dinamarca. Ante esta tesitura, el Baskonia quedó a expensas de los de siempre, los "cinco o seis jugadores" de los que hablaba Dusko Ivanovic tras el partido, y salvo un de nuevo buen Barac y las acometidas de orgullo de Fernando San Emeterio el resto de jugadores azulgranas erraron notablemente en todas sus decisiones. Al mismo tiempo, la mole Ratko Varda luchaba -con cabeza- bajo el aro, abriendo huecos para que sus compañeros encarasen sin demasiados problemas a los vitorianos, empeñados en hacer la guerra por su parte sin ningún éxito. Y si a esta situación sumamos el golpe en la boca que se llevó Haislip a los siete minutos de partido -el ala-pívot estaba siendo el mejor con siete puntos y un buen trabajo defensivo- que le llevó a la enfermería para no regresar, la escuadra vitoriana se topó de bruces con un contexto inesperado que no supo afrontar, algo que sí consiguió en noches mágicas como la reciente ante el Barcelona.

Así, después de ir ganando por once puntos, el Baskonia queda a expensas de una gesta que empieza el próximo jueves en casa ante el Khimki -mejor con el average a favor- y se prolongará posteriormente frente al Zalgiris Kaunas para finalizar en el Buesa Arena contra el Partizan. Después de muchos años viviendo en la tranquilidad continental, ahora va a tocar sufrir.