Vitoria. Más que ganar el Baskonia, al que tampoco se le puede negar sus toneladas de fe, lo tiró por la borda el Power Electronics Valencia, disfrazado de perdonavidas en el Buesa Arena y al que le entró un ataque de pánico en un epílogo electrizante. Cuando estaba a punto de besar la lona y saltar por los aires por primera vez el embrujo de la inaccesible pista de Zurbano, el equipo de Ivanovic halló en la inocencia del forastero levantino el mejor antídoto para resucitar y encadenar la duodécima alegría consecutiva en el torneo doméstico.

Con un inquietante 56-63 en el marcador y una grada resignada ante el nuevo ejercicio de impotencia azulgrana, el duelo cambió de tonalidad. Splitter, que reclama ya con urgencia un monumento para premiar su pundonor, comenzó a aglutinar la responsabilidad a lo grande y extraer petróleo del barro. Seis puntos consecutivos del brasileño allanaron el camino de la remontada antes de que aconteciera el instante culminante que desequilibró un pulso de perfil árido.

De Colo, fresco como una lechuga después de que Spahija le reservara hasta los minutos finales por su cuarta falta, se dispuso a subir el balón al lado contrario. El elegante base francés se trastabilló de manera incomprensible y Ribas, zorro como pocos, no desaprovechó el regalo para sumar una canasta más adicional que sepultó las últimas esperanzas levantinas. Momentáneo 66-63 y remontada consumada. En la posesión siguiente, un triple errado por Kelati precedió la canasta de Huertas que llevó la tranquilidad a un público desconcertado por tanto vaivén en el rendimiento.

Porque el Caja Laboral, todavía con las secuelas de la última cornada continental bien presentes, sufrió lo que no está en los escritos en la antesala del arranque copero. A pocos días de iniciar el asalto al séptimo título de la historia, las reservas y la prudencia están más que justificadas. A uno, más bien, le invadiría el pesimismo de no ser porque este excitante torneo ha deparado las mayores noches de gloria y siempre incentiva el ánimo de la plantilla por muy alicaída que esté.

Lejos de enmendar las carencias atisbadas el pasado jueves, la tropa alavesa reincidió en viejos vicios que parecían desterrados y fue incapaz de enhebrar un juego mínimamente solvente. Incluso el público reprobó por momentos con algún pito las dudas acontecidas en ciertos tramos plagados de error tras error.

colapso ofensivo La paradoja de contar con todo su arsenal al completo ha inoculado un extraño virus a un equipo que, de repente, ha olvidado no se sabe donde sus mejores señas de identidad. Con una galopante carencia de ideas en el juego posicional, a lo que Ivanovic tampoco pone su granito de aire con el constante baile de bases en el cinco inicial, el Baskonia se estrelló sistemáticamente ante la tela de araña de Spahija, al que se le volvieron a agradecer los servicios prestados.

De la misma manera que tumbó al líder de la ACB en La Fonteta, el croata planteó un partido áspero que le venía a las mil maravillas. Huérfano de la munición de su mejor artillero (Rafa Martínez), apostó por un baloncesto extremadamente lento y posesiones largas. Los rocosos Pietrus, Lishchuk y Perovic se convirtieron en una muralla inabordable. Mientras tanto, los espesos ataques locales se perdían en un alud de pérdidas o incómodos lanzamientos.

El excesivo manoseo del balón, el escaso movimiento de los jugadores y la deficiente circulación de balón presidían cada intento de buscar el aro rival. Sólo Teletovic, al inicio del tercer cuarto, y Splitter fueron capaces de despojarse los grilletes. El desgobierno en la dirección ayudó a aumentar un poco más el caos. Entre unos inoperantes Singletary, Ribas y Marcelinho apenas hubo sustanciales diferencias, básicamente para mal. Oleson y Herrmann, fuera de onda, no representaron una amenaza latente desde el perímetro. Igual que el renqueante Eliyahu, que ayer recuperó su rol testimonial.

La inercia ganadora se mantiene invariable. Con más o menos intriga, el Caja Laboral se sigue postulando como el perseguidor más solvente del Barcelona en la carrera hacia el liderato de la fase regular. Tras el inesperado tropezón blanco ante el Bilbao Basket, el colchón de seguridad sobre el tercer clasificado se eleva a dos victorias. La Copa, eso sí, obliga a un lavado de cara.