La vejez es el registro de toda una vida donde se aúnan la sabiduría, los conocimientos y la experiencia. "La vejez es nuestro reflejo de la juventud. Somos personas activas, que seguimos aportando muchísimas cosas sin ser la enfermedad de la sociedad; las personas mayores tenemos derecho a una vida digna", asegura José María Aguirre, un profesor de filosofía de 72 años. "Somos el motor de la sociedad, seguimos proporcionando muchísima experiencia y conocimientos; merecemos más respeto en ciertos aspectos de la vida", valora Maite López, de 75 años. "Son imprescindibles para la sociedad actual", remata Raúl Espada, trabajador social de la asociación de familias cuidadoras y personas dependientes Ascudean. Esta semana se ha celebrado el Día Internacional de las personas mayores y DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha recogido el testimonio de varias personas mayores para compartir sus valoraciones de las emociones que albergan en una sociedad tan efímera y diferente a la de antaño.

José María Aguirre tiene 72 años. Le gusta hacer tomate, chapucear en la huerta, salir de poteo con los amigos, leer. Y también escribir. Pasa muchísimas horas dejando fluir sus pensamientos y juntando palabras. De hecho, recientemente, acaba de publicar un libro sobre ética y emancipación, reflexiones críticas. Dice que sentirse activo le resulta imprescindible para que la vejez solo sea una cuestión de números reflejados en su DNI. Es consciente, no obstante, que la energía en la llamada tercera edad decae en relación a la que se tiene en la juventud, pero también reconoce que la experiencia y la sabiduría necesitan años de maduración. 72 años en los que crecer, hacerse profesor, impartir clases en la universidad de Vitoria, aunque sobre todo en La Rioja, jubilarse y buscar nuevos retos. Todo ello sin hacerse mayor. Recalca en este sentido hacerse mayor es siempre opcional: "Es importante que las personas mayores no nos estanquemos, que sigamos haciendo lo que más nos gusta, que disfrutemos saliendo y que disfrutemos de nuevas experiencias. Que hagamos eso que en nuestra juventud no hemos hecho por falta de tiempo", recomienda.

En su recorrido no sólo ha cambiado su vida, también el entorno y hasta el respeto de la sociedad hacia las personas mayores. Asegura que en primaveras pasadas los adolescentes y el conjunto de la sociedad hacía valer y ofrecía respetos constantes a los mayores, valores que actualmente se han perdido. En su caso, no siente la necesidad de volver a aquellos tiempos, pero sí echa en falta algo más de mimo o valor y respeto. Por ello, precisamente Aguirre pertenece al movimiento de Arabako pentsionistak para seguir luchando y reivindicando cada derecho que a las personas mayores les corresponde no solo por la edad sino por todo el esfuerzo y trabajo realizado durante una vida entera. "En todos estos años ha cambiado mucho la situación y el panorama general. En mis tiempos, cuando yo era niño y joven, se tenía mucho más respeto. Ahora, en esta época igualitaria, está bien que nos tratemos de forma igual pero este igualitarismo no debe permitir que haya jóvenes que se expresen con viejos de mierda. Tampoco es necesario, ni se puede permitir irnos al otro extremo", dice. Y añade: "Aún así, yo no quiero generalizar a la juventud. Un amigo mío decía que era imposible saber qué pensaban los franceses, porque no había hablado con todos. Esto es lo mismo. Cada joven es diferente, no hemos logrado hablar con todos como para saber el concepto en el que nos tienen. Pero simplemente está bien que en general respeten a las personas mayores".

Además de ese respeto social, este profesor jubilado también pide que se hagan respetar los derechos en todo su conjunto. Por ejemplo, cada lunes, llueva o haga sol, acude a la manifestación que los pensionistas realizan a las doce del mediodía en la lucha por sus defensas. José María Aguirre suele coger un megáfono para decir alto y claro que se merecen pensiones dignas: "Sigo muy activo en la batalla de los pensionistas. Es paradójico. Yo ya tengo una pensión, no lucho por la mía. Lucho por la de los jóvenes, para que cuando lleguen a nuestra edad, tengan una pensión digna. Creo que los jóvenes tendrían que tener ese horizonte y unirse con nosotros, aprender de nosotros la manera de luchar, de unirnos, de no conformarnos con pocas cosas. Hoy en día la gente acepta trabajos por 900 euros. Nosotros pertenecemos a una generación que luchó en la juventud y vuelve a luchar en su jubilación. Hemos vivido la transformación del mundo y estamos trabajando en nuevas inquietudes", asegura.

Soledad en las personas mayores

La soledad en las personas mayores y los problemas que esto puede acarrear emocionalmente es otro de los aspectos que siempre invita a la reflexión especialmente en días señalados como es el 1 de octubre. En este sentido, José María Aguirre se siente satisfecho, feliz, por el entorno que le rodea, por su familia y amigos. Asegura que su espíritu es tan joven que todavía tiene inquietudes y necesidades sin resolver que le ayudan para salir de casa todos los días. Sin embargo, se pone en la piel de todas aquellas personas que han perdido esa ilusión y que actualmente se sienten abandonas por la sociedad. "Supongo que la vejez es el reflejo de la juventud. Si durante tu juventud has tenido muchas inquietudes y ganas por descubrir, esas emociones te las llevas a la madurez. Si, por el contrario, el adulto ha vivido centrado en trabajar y sin entusiasmo, puede que en la vejez no encuentre tanto aliciente", reflexiona. No obstante, añade que Vitoria es una ciudad llena de oportunidades para las personas más mayores. Centros cívicos, centros de mayores o de jubilados, cursos, talleres€ una multitud de oportunidades para que estas personas que ahora se sienten solas puedan encontrar alternativas de ocio cerca de su vivienda. "Siento mucho cuando se escucha hablar de la soledad en las personas mayores. Creo que estaría estupendo que lográsemos que todas estas personas lograsen tener más opciones, amistades, y ocio para que no se sintiesen tan solas", desea.

Una petición similar a la de Maite López. Tiene 75 años, pero un espíritu tan joven como el de los adolescentes. Le encanta salir a pasear, ayudar, cuidar de sus mayores -reconoce que cuidar de su tía hasta su fallecimiento ha sido un honor para ella, y no es al único familiar al que ha apoyado en sus últimos días- y también le gusta estar con su familia. Es inquieta y cada día se fija esa meta de salir sí o sí de casa y no buscar pretextos que la encierren en su hogar, "si me quedó un día en casa luego le coges pereza y buscas excusas, debo salir a diario y seguir viviendo", dice. Entre su entorno agradece la ayuda que en ocasiones ha recibido de los jóvenes. Incluso se lamenta de que noticias positivas de la juventud no sean titulares diarios, "os tengo que echar la bronca a los periodistas", bromea. "Me he caído un par de veces y han sido los jóvenes los que se han acercado a ayudarme", recuerda. Pero, acepta también, que falta respeto en el conjunto de la sociedad: "No se puede hablar de la soledad en todas las personas mayores, o de la falta de respeto en todos los jóvenes. Esto depende de cada situación y cada persona. Pero, en general, diría que se están perdiendo valores. Por desgracia, vivimos en una sociedad que va muy deprisa y esto provoca que nos arrastren en ese ritmo a los mayores", opina. Pone como ejemplo las colas que deben soportar en verano y en invierno para ir a un banco, al cajero, al autobús o en la compra. También pone como segundo ejemplo el trato que reciben de las entidades bancarias que cada vez apuestan más por el trato virtual. "Ahora vamos a un banco y nos tratan como números. Es todo muy frío. A mi me duele en el alma ver las colas que se forman las personas mayores que quieren entrar a los bancos". "Se podrían hacer las cosas de otra forma especialmente en centros o entidades", solicita.

Maite también se cuestiona sobre internet y la brecha digital que desconecta a los mayores. Asegura que a ella le encanta aprender y evolucionar, sumergirse en los avances, pero confiesa que internet va "tan deprisa" que ha perdido la motivación. "Cuando por fin aprendo a utilizar el móvil de repente se cambian las cosas y lo que sé sirve de poco, hay que volver a aprender. Va tan rápido la tecnología que me desmotiva mucho aprender", se lamenta. De hecho, diversos estudios que confirman que los mayores son los que concentran la mayor brecha digital, aunque cada vez son más los que se esfuerzan y se adaptan a los móviles y aplicaciones de mensajerías instantáneas. "Desde hace tiempo una de mis hijas me está insistiendo en que aprenda a usar bien Internet. Pero va tan rápido, el cambio es tan constante, que me desmotiva, estoy colaborando en una ONG tuve que hacer un certificado, y después de dar mis vueltas, y menudo lío: que si hacerlo por correo, que, si me mandan un mensaje de texto al móvil, son una serie de cosas que a nosotros ya nos cuestan", dice.

"Son imprescindibles"

Ascudean es una asociación de familias cuidadoras y personas dependientes; integrada por familias que, estando al cuidado de personas con dependencia, tienen problemas y necesidades comunes, que buscan estar con otras personas que compartan y comprendan su situación. Desde el año 2016 se amplió su atención a personas dependientes que están solas o personas menores de 65 años que no encuentran los servicios que necesitan en otras entidades. Se trata de una entidad sin ánimo de lucro que entre sus objetivos principales destacan, por ejemplo y por citar alguno de ellos, el asesoramiento y orientación a la población en general inmersa en situación de cuidado, apoyo e intervención social en familias cuidadoras, en personas dependientes y con incapacidad temporal, y mejorar la calidad de vida tanto en materia sanitaria como social de las familias cuidadoras. También crea espacios de difusión, divulgación para visibilizar socialmente la labor del cuidado.

Raúl Espada es uno de los trabajadores que conforman y dan apoyo en Ascudean. Vive de cerca la situación de las personas mayores ya que en la asociación son muchas las personas de edad que cuidan de sus familiares. Por ello, Espada ha visto de cerca los cambios que la sociedad ha ido adoptando y lo que ello ha significado en la vida de las personas más adultas. "Cuando éramos pequeños nuestros padres cuidaban de nosotros y después nosotros de ellos. Pero ese pacto se está rompiendo. Actualmente, los hijos no siempre cuidan de sus padres, por muchas razones", dice. Y detalla una serie de problemas a los que se enfrenta de lleno este colectivo más vulnerable.

En primer lugar, explica sobre el problema real de la dependencia, y también aborda la soledad. "Son temas que tenemos que empezar a abordar con rapidez y buscar herramientas para combatirlo. Hay multitud de personas que necesitan ayuda", dice. Recuerda también que las personas mayores son "imprescindibles" y que aportan muchísima ayuda, experiencia y conocimientos al conjunto de la sociedad. "Durante el confinamiento y la crisis del coronavirus. En los colegios hay más abuelos recogiendo a los nietos que padres, por ejemplo. Siguen ayudando de manera incondicional", recuerda.