objetivo cumplido. Rubén Zulueta y José Ignacio Fernández, que padecen distrofia muscular, y su amigo Miguel Ángel Guede conquistaron a media mañana de ayer la icónica Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, tras completar una travesía de cerca de 800 kilómetros, en 15 etapas, sobre sendas sillas de ruedas eléctricas. CaMinus, el nombre con que hace menos de un año estos valientes bautizaron la aventura, ha llegado a su fin con éxito y en el plazo previsto. Antonio González, cuarto integrante del grupo, ha acompañado al resto a los mandos de una furgoneta de apoyo. Tres alaveses y un vizcaíno que han logrado reescribir la historia del Camino de Santiago.

“La experiencia ha sido brutal, de principio a fin. Y cómo se ha portado toda la gente con nosotros, increíble”, reconocía ayer al otro lado del teléfono José Ignacio, después de compartir mesa y mantel en la capital gallega con una treintena de familiares y allegados. Fueron tantos los que fueron a acompañarles en su llegada al final del Camino, alrededor de 50 personas, que tuvieron que repartirse en varios restaurantes para comer.

El pequeño pelotón partió desde la localidad navarra de Roncesvalles el 25 de julio y ha completado cada día una etapa con un recorrido medio de alrededor de 50 kilómetros. La preparación de la ruta fue exhaustiva, en la búsqueda de rutas y albergues accesibles, ya que la enfermedad degenerativa que Rubén y José Ignacio padecen tiene como secuela más importante una limitación severa de la movilidad. No ha sido, sin embargo, una ruta sencilla, sobre todo en sus primeras horas. “Si te soy sincero, el primer día iba con muchas dudas de que pudiéramos terminarla. Pero a partir de la tercera etapa ya me dije que esto no es más que dar vueltas y vueltas hasta encontrar el camino adecuado. Es un recorrido abrupto, con una orografía complicada, pero tiene también muchos caminos adaptados”, reconocía José Ignacio.

Tras los problemas iniciales, una vez superadas las etapas navarras, todo comenzó a ir sobre ruedas, nunca mejor dicho. Sin embargo, José Ignacio no esconde la situación “vergonzosa” de varios tramos de la ruta, especialmente para las personas con limitaciones físicas. “La experiencia ha sido muy bonita, pero ahora nos toca descansar”, asumía. El grupo hizo ayer noche en Santiago y hoy se dirigirá al camping de Castañares, en La Rioja, a disfrutar de unas merecidas vacaciones hasta final de mes.

La aventura no sólo ha servido para dar visibilidad a enfermedades minoritarias como la de Rubén y José Ignacio, sino también para infundir optimismo a quienes deseen realizar el Camino de Santiago y elaborar una guía en la que las personas con diversidad funcional podrán saber todos los secretos que esconde esta ruta, desde sus caminos más preparados hasta los albergues que mejor pueden dar respuesta a sus necesidades, para poder completarla sin problemas. Este trabajo se convertirá en aplicación móvil y estará disponible a partir de septiembre de forma totalmente gratuita en Play store. La aventura cuenta también con una vertiente solidaria, ya que CaMinus va de la mano de la fundación Isabel Gemio para la investigación de las distrofias musculares y otras enfermedades minoritarias y una importante suma de dinero recaudado por sus impulsores irá a parar a esta organización.